El imperialismo no ha muerto

Las lógicas del imperialismo deben ser entendidas hoy como piezas de un rompecabezas que se organizan de cara al futuro: En nuestras Islas Malvinas, combustible, minerales, agua dulce y una ubicación geopolítica clave en el cono sur. El conflicto con el Reino Unido data desde hace 186 años, un recorrido por la historia.

Hace 186 años que el Reino Unido usurpó por primera vez el territorio de las Islas Malvinas. En aquel entonces -desde la segunda mitad del siglo XVIII- potencias como España, Francia y el Reino Unido se disputaban territorios de ultramar para expandir sus rutas comerciales e incrementar sus negocios.

Las Islas Malvinas, piezas claves del Océano Atlántico por su cercanía a las costas sudamericanas y por su ubicación respecto al Pacífico, no fueron una excepción: estuvieron siempre en la agenda de los imperios, que pelearon por su ocupación entre tratados de comercio, acuerdos jurídicos y prescripciones adquisitivas.

Pero ¿cómo llegaron los ingleses a ocupar las Islas Malvinas? Cuando Argentina empezó a consolidarse como Estado-Nación después de independizarse de la corona española, el archipiélago de las Malvinas pasó a formar parte del territorio nacional. En 1825 el Reino Unido reconoció con un tratado de amistad y comercio la independencia de las -por entonces denominadas- Provincias Unidas, incluyendo el territorio de las Malvinas.

Se designaron entonces autoridades argentinas para las islas, se estableció una legislación y reglamentos comerciales. Sin embargo, las autoridades británicas recordaron viejos títulos del territorio y derechos de soberanía, y se ampararon en el primer descubrimiento y ocupación, allá por el año 1765.

En 1774 se había desatado una crisis diplomática entre España y el Reino Unido que dio como resultado el abandono del territorio por parte de los británicos. De todas formas, nunca renunciaron a sus supuestos derechos soberanos, y dejaron izada su bandera y una placa que reclamaba la tenencia como acreditación. Este último antecedente es sustancial ya que el Reino Unido lo utiliza a través de los tiempos para justificar la usurpación.

Luego de la Revolución de Mayo de 1810 y de que el incipiente Estado Argentino estableciera los derechos de comercio y pesca en el territorio circundante a las Islas, Estados Unidos y el Reino Unido rompieron la ley en más de una ocasión.

Quizás un hecho trascendental que marcó el destino del archipiélago fue la captura por parte de las autoridades argentinas a la goleta estadounidense Harriet, que se encontraba pescando de forma ilegal en las proximidades de la isla. De allí se desprendieron incidentes diplomáticos que terminaron en 1831 con un ataque de la corbeta de guerra Lexington a la isla. Así, el gobierno norteamericano destruyó edificaciones, armamento y tomó prisioneros a lxs habitantes. El Reino Unido aprovechó la oportunidad y el 3 de enero de 1833 el capitán John Onslow desembarcó de la corbeta HMS Clio, y desalojó por la fuerza a lxs isleñxs y a sus autoridades designadas legítimamente, en una clara maniobra de usurpación imperial.

El término usurpación refiere, según la Real Academia Española, al apoderamiento de una propiedad o de un derecho que legítimamente pertenece a otro, por lo general con violencia. En la actualidad el Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoce 17 territorios no autónomos bajo supervisión: Anguila, Bermudas, Gibraltar, Guam, Islas Caimán, Islas Malvinas, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes de los Estados Unidos, Montserrat, Nueva Caledonia, Islas Pitcairn, Polinesia Francesa, Sahara Occidental, Samoa Americana, Santa Elena, Ascensión y Tristán de Acuña y Tokelau.

Del total del listado diez son administradas por el Reino Unido, tres por Estados Unidos y una por Francia. Esto da cuenta de que incluso en el siglo XXI persisten ocupaciones imperiales alrededor del mundo, un anacronismo que prevalece -ya sea por expansión de territorios, intereses económicos o religiosos- y que las propias potencias vuelven incuestionable.

Respecto a las Malvinas, cabe señalar que son 14.800 kilómetros (8.000 millas marinas) los que separan al Reino Unido de las islas Malvinas, contra los 357 kilómetros que hay hasta la costa Sudamericana. En el 2016 la Convención de las Naciones Unidas sobre Derechos del Mar (CONVEMAR) aprobó la ampliación de la superficie soberana sobre el mar, extendiendo así la plataforma continental, en donde se incorporan a las Islas Malvinas y las demás islas del Atlántico Sur. Dicha convención estableció que los Estados no deben exceder las 12 millas marinas de su mar territorial, las 24 millas de la zona contigua (mar adentro), y que la zona económica exclusiva no debe extenderse más allá de las 200 millas marinas. Esto reafirma los derechos soberanos argentinos sobre el archipiélago.

Entonces ¿cuáles son los intereses británicos en una ubicación tan alejada de su territorio? ¿Qué recursos se obtienen y son útiles para el futuro? ¿Por qué Malvinas cumple un papel importante en términos geopolíticos?

El archipiélago de las Islas Malvinas no es casualmente pretendido por las principales potencias. El dominio del mar es uno de los principales estímulos. Situadas en un lugar privilegiado con respecto al Océano Pacífico, las Islas Malvinas son una pieza clave en términos comerciales, con reservas billonarias de hidrocarburos y minerales, posibilidad de pesca y gran cercanía a la Antártida, donde se estima que debajo del hielo existen reservas de litio.

En la actualidad las Malvinas tienen la base militar extranjera más grande de Sudamérica, otra en la extensa lista que rodea al continente, perteneciente a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El 7% del presupuesto de la OTAN se destina a las Islas. Ya son habituales los ejercicios militares allí, con despliegue de tropas, pruebas misilísticas y embarcaciones que navegan por las costas del archipiélago.

Este no es un problema solo nacional sino de toda la región, ya que se encuentra en jaque la soberanía territorial del continente y de los propios recursos naturales. Sin embargo, dado el contexto político que atraviesa Latinoamérica -incluso el mundo-, no está en la agenda de los gobiernos -antipopulares, neoliberales y conservadores- exigir a las potencias imperialistas el reconocimiento de los propios derechos soberanos .

Así, el gobierno de Mauricio Macri firmó en 2016 acuerdos con el Reino Unido para promover el intercambio comercial y los vuelos hacia las Islas, sin ninguna crítica a la existencia de la base militar en Malvinas y, claro está, excluyendo del debate el reclamo por la soberanía. En lo que refiere a lo simbólico los mapas oficiales señalan a las malvinas como “Falklands”, y en el 2018, ante la necesidad de conseguir dólares, el gobierno de la alianza Cambiemos convocó a concurso público a petroleras para entregarles territorios claves, aproximadamente un 3,1% de la Plataforma Continental, en la causa Malvinas para exploración y explotación de hidrocarburos.

Además, en las últimas reuniones con la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, no primó el diálogo por la soberanía sino que destacaron los aspectos positivos de la relación bilateral en términos comerciales. “Tengo claro que nuestra posición sobre la soberanía de las Malvinas no ha cambiado. Pero lo que ha cambiado en los últimos meses es que hemos vistos mejores relaciones con la Argentina”, declaró May en el marco de la cumbre del G20 realizada en Buenos Aires.

En cuanto a la postura del presidente argentino, en 1997 declaraba: “Nunca entendí los temas de soberanía en un país tan grande como el nuestro. Nosotros no tenemos un problema de espacio como tienen los israelíes”. En el mismo sentido exponía que “al Tesoro de Inglaterra le cuesta bastante plata por año mantener las Malvinas”, es por eso que “las Malvinas serían un déficit adicional para el país”.

Pero pese a los cambios de rumbo sobre la temática Malvinas, la Constitución Nacional sienta un antecedente jurídico en su Disposición Transitoria Primera: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.”

Por esto la cuestión Malvinas sigue vigente a pesar de que el Reino Unido -fiel a su estilo- ignora las resoluciones de la ONU que reconocen la existencia de una disputa por la soberanía en el marco de una situación de dominación colonial. También desconoce el apoyo de un número considerable de países, integrantes del Mercosur, OEA, CELAC, G77, China y el Comité de Descolonización, que insisten en la apertura del debate por la soberanía. Mientras tanto la corona británica se ampara en el principio de autodeterminación, ya que lxs isleñxs votaron en 2013 por seguir bajo el dominio inglés. Este referéndum pierde trascendencia si se considera que sus habitantes son una población que fue implantada con tradiciones, costumbres y valores heredados de la corona desde que allí residen.

Frente a la oleada de gobiernos neoliberales y conservadores en la región es responsabilidad de la sociedad civil, del pueblo en su conjunto, enarbolar las banderas de la soberanía y mantener vivo el reclamo por las Islas. Las lógicas del imperialismo deben ser entendidas hoy como piezas de un rompecabezas que se organizan mirando al futuro: combustible, minerales, agua dulce y una posición privilegiada en el cono sur. El futuro de nuestra región está en juego y es imprescindible defender lo que desde hace siglos, nos pertenece.