“No estoy cansada de ser madre, estoy cansada del patriarcado”

Televisor done se ve un collage de una madre ama de casa cocinando y alimentando a su hija.

“Mamá luchona”, le dijo una mujer a otra en el “grupo de Whatsapp de mamis” y bastó para que un padre le pegue a otro hasta sacarle un ojo. Más allá de la evidente toxicidad de estas masculinidades, partimos de este evento para preguntarnos cuál es el origen y el actual significado de la categoría “mamá luchona”, para luego adentrarnos en la situación de las familias monomarentales tras la pandemia. Las desigualdades de género en las tareas de cuidado y en el acceso al empleo formal, la ausencia de los padres en las crianzas y los estereotipos de buenas y malas madres aún imperan. Todavía no se cayó el patriarcado, entonces ¿qué hace falta para empezar a construir una sociedad con maternidades y paternidades feministas?

*Ilustración: Magia Linyera para Alta Trama.

El 24 de septiembre se publicó en distintos medios la noticia de una pelea entre dos hombres en la puerta de un colegio privado de la localidad de Caseros, que tuvo como resultado que uno de ellos perdiera un ojo. La causa fue una discusión en el “grupo de whatsapp de mamis” donde una mujer llamó a otra “mamá luchona”. 

Más allá de la evidente toxicidad de estas masculinidades, ¿qué es una mamá luchona? ¿Por qué la palabra desató un conflicto? Lo que en un primer momento podría haber sido un “halago”, terminó siendo tomado como un “insulto”. 

Según la politóloga y especialista en género Mariana Caminotti, es un concepto surgido en México, donde se lo utilizaba para reivindicar la maternidad de las mujeres menores de 20 años que criaban solas a sus hijos y a pesar de los pocos recursos que tenían, se aseguraban de que no les faltara nada.

Sin embargo, la especialista explicó que el significado de ese concepto cambió tras llegar a la Argentina, para mutar a uno bajo lógicas patriarcales: “una mujer pobre que viene de los sectores populares, que no tiene pareja estable pero que ejerce una vida sexual activa con una carga enorme de prejuicios sociales que todo eso conlleva (…). Condensa toda una serie de atributos socialmente negativos como puta, negra, vaga, irresponsable o mujer que no cumple el rol como mamá sacrificada”.

Pero a su vez, utilizar el concepto de mamá luchona como “halago” invisibiliza la ausencia del padre y pone como mérito que la mujer pueda criar sola contra viento y marea, relegando sus sueños y deseos. De esta manera se crea el estereotipo de la buena madre, en contraposición a la mala madre, aquella que no deja todo de lado por sus hijxs. 

A esto se refiere la politóloga Florencia Freijo en su libro Solas. Aún acompañadas, como “destino de cuidadoras”. Se cree que la mujer naturalmente va a hacerse cargo de las tareas domésticas y la crianza de lxs hijxs. Por esto mismo, cuando es necesario reducir la jornada laboral o renunciar al trabajo para cuidar a sus hijxs, en general es la madre quien lo hace. 

Entonces es ella quien se hace cargo de alimentar, bañar, ayudar con la tarea, llevar a la escuela, al médicx y otras actividades. Son las madres las que participan y se involucran en  la educación de sus hijos, de ahí “los chats de mamis” y no de “papis”. Estos grupos de Whatsapp, que podrían ser una herramienta de contención y acompañamiento, muchas veces son vistos de forma negativa, porque son mujeres “que están al pedo” porque “no trabajan”. Aunque esas mujeres crían y, en algunos casos, también trabajan afuera teniendo así una doble jornada. 

Eso que llaman amor, es trabajo no pago

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define al trabajo como “el conjunto de actividades humanas, remuneradas o no, que producen bienes o servicios en una economía, o que satisfacen las necesidades de una comunidad o proveen los medios de sustento necesarios para los individuos”. Como explica Freijo, esta definición rompe con la excusa de que las tareas dentro del hogar no son trabajo, porque responden a una “decisión familiar” ya que si las amas de casa no estuvieran ahí tendrían que contratar a otra persona para que hiciera dicho trabajo. 

En 2020 el Ministerio de Economía cuantificó y le puso valor de mercado a las tareas domésticas y de cuidado. Las mismas equivalen al 15,9 % del Producto Bruto Interno (PBI), aproximadamente 4 billones de pesos. Es el sector de mayor aporte de la economía, por delante de la industria (13,2%) y el comercio (13%). El 75,7 % de quienes realizan este aporte son mujeres.

Argentina fue uno de los países en reconocer el trabajo de las amas de casa con la Ley nacional de Moratoria, que se sancionó en 1995 pero se implementó en 2006 durante el gobierno de Néstor Kirchner. Esto permitió que mujeres que tenían 60 años pero no llegaban a cumplir los 30 años de aportes pudieran “comprar” años con un sistema de planes de pago muy accesible. Si bien la medida aplicó para varones y mujeres, es conocida como la “ley de jubilaciones de amas de casa”, ya que fueron las más beneficiadas. Más de 1,8 millones de mujeres pudieron jubilarse gracias a esta Ley, de otro modo nunca podrían haberlo hecho. 

Criar solas

Según la Encuesta Permanente de Hogares el 85 % de los hogares monoparentales están a cargo de una mujer. Esto puede ser por viudez, divorcio o mujeres que crían solas. En muchos casos los padres deciden no hacerse cargo, no participar de la vida de sus hijxs ni económica ni afectivamente, es decir, deciden no paternar dejando a las madres a cargo de todo. 

En el imaginario social lxs hijxs son de la madre y es por esto mismo que todas las tareas recaen sobre ellas. Pero hasta 1985 la ley lxs consideraba “propiedad” del padre, recién en ese año se consiguió con la Ley Nº 23.264 la patria potestad compartida y no fue hasta el 2015 que con la sanción del nuevo Código Civil y Comercial se estableció un régimen de responsabilidad coparental. Esta responsabilidad no suele ser igualitaria en la práctica, en especial en las familias divorciadas donde la madre queda cargo de las tareas de cuidado: alimentación, vestimenta, educación, salud; mientras que los padres disfrutan de los fines de semana los momentos de ocio con sus hijxs. 

Estas desigualdades se vieron agudizadas por la pandemia del COVID- 19. Los hogares monomarentales han sido los más afectados por la doble crisis: la económica y la de los cuidados, según el informe de UNICEF junto al Ministerio de Economía llamado Desafíos de las Políticas Públicas frente a la crisis de cuidados. El impacto de la pandemia en los hogares con niñas, niños y adolescentes a cargo de mujeres.

La crisis económica en los hogares monomarentales fue contundente: En el momento de mayor cierre “la tasa de participación económica de las mujeres caía 8,2 puntos porcentuales (…) Más de 1 millón y medio de mujeres salieron de la actividad. La situación más crítica se observa en las mujeres jefas de hogar sin cónyuge y con niños, niñas y adolescentes a cargo. Para ellas, la caída en la actividad fue de 14 puntos porcentuales”. 

La crisis de los cuidados se dio porque con el aislamiento y distanciamiento social se cerraron escuelas, clubes, centros culturales, lugares de sociabilización para niñxs y adolescentes que al mismo tiempo eran un apoyo para las mujeres a su cargo. 

Una buena madre

El patriarcado se ha adueñado de la maternidad utilizando la capacidad biológica de gestar de las mujeres para imponerles la maternidad como destino. Desde el movimiento feminista, a través de la lucha por la legalización del aborto -que aún contininúa en otros países de la región-, se pone en crisis este mandato y se reafirma que “la maternidad será deseada o no será”. Pero, ¿qué ocurre con las mujeres que, por decisión o por no haber tenido otras posibilidades, son madres?

La autora del libro Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, Esther Vivas, plantea el concepto de maternofobia, que se puede observar en el juico constante hacia las madres. “A las madres se nos juzga por todo. Todo el mundo se cree con derecho a opinar sobre nuestra crianza”, explica en sus redes sociales y agrega: “se considera que las mujeres por convertirnos en madres dejamos de tener vida propia, que sólo podemos dedicarnos a la crianza, que tener hijos e hijas esclaviza”.

Todas estas violencias naturalizadas traen consecuencias físicas, emocionales y económicas, por ejemplo cuando quedan excluidas del mercado laboral por tener hijxs. “No estoy cansada de ser madre, estoy cansada del patriarcado”, plantea en un reel con miles de me gusta.

A las mujeres que maternan se las trata de manera paternalista explicándoles todo el tiempo cómo gestar, parir y criar. Hace un par de meses cuando Pampita tuvo a su hija Ana, algunos de los títulos en diversos medios fueron: “Pampita regresó a su trabajo a 11 días de ser mamá” o “Cómo fue el regreso de Pampita a la televisión, a una semana de dar a luz a su hija Ana”. 

Del mismo modo, días atrás también llovieron críticas sobre Wanda y Zaira Nara por viajar sin sus hijxs como si lxs mismxs no tuvieran padres que pudieran cuidarlxs sin ellas. Además se las culpabiliza constantemente y se las juzga, señalándolas como únicas responsables del futuro de sus hijxs. ¿Cuántas veces escuchamos en casos de niñxs y adolescentes desaparecidxs y/o asesinadxs la frase “dónde estaba la madre”? ¿Por qué son pocas las críticas hacía los hombres que deciden desaparecer de la vida de sus hijxs? 

Por maternidades y paternidades feministas

Debemos empezar a pensar a la maternidad desde una perspectiva feminista para romper con la lógica patriarcal. Las madres son sujetxs de derecho. Tienen derecho a gestar, a parir y a criar de la forma que les parezca mejor sin que todxs estén opinando y juzgando. Tienen derecho al placer, al ocio, a tener una vida social, a formarse y a tener un empleo con todos los derechos laborales.

Debemos construir nuevas masculinidades. Reflexionar sobre la falta de afectividad, compromiso y responsabilidad de los padres en la crianza de sus hijxs. Que el padre presente, que participa activamente de la crianza y el cuidado de sus hijxs, deje de ser celebrado y pase a ser la generalidad en lugar de la excepción. 

Necesitamos leyes laborales que rompan con la dicotomía maternidad-empleo. ¿Por qué las mujeres deben elegir entre maternar o formar parte del mercado laboral/profesional? Cuando los hombres pueden ser padres y profesionales al mismo tiempo. En general las mujeres que son madres consiguen empleos informales, por ende de mayor inestabilidad, con peor salario y menores derechos garantizados. 

Se necesitan modificaciones en la Ley de Contrato de Trabajo que promuevan una mayor equidad de género y permitan una crianza compartida e igualitaria, ya que actualmente establece que la licencia paga de maternidad para mujeres gestantes es de 90 días y la de paternidad es de solo 2. Es importante reflexionar sobre los roles de género, y para eso es necesaria la aplicación de la Educación Sexual Integral en todos los niveles educativos, tanto como la creación de políticas públicas con perspectiva de género. La distribución igualitaria de las tareas del hogar y la participación en la crianza de lxs hijxs no puede ser pensada de forma individual sino colectiva. No es algo que compete solo a cada familia sino que son cambios que debemos generar como sociedad.

Los comentarios están cerrados.