La ciencia y la tecnología nacional fueron claves para mantenernos a flote en estos casi dos años de pandemia. El desarrollo de los test nacionales CovidAR y NEOKIT-COVID-19 son prueba de aquello, así como el rol que tomaron algunxs científicxs por fuera del laboratorio: desde las redes sociales y los medios de comunicación explicaron la lluvia de nuevos conceptos relacionados al Covid-19, pero también combatieron la desinformación. ¿Estamos desarrollando una vacuna propia? ¿qué implicaría tenerla? Las respuestas en esta nota que manifiesta: desarrollo científico nacional, siempre.
*Ilustración: Magia Linyera para Alta Trama.
El pasado 5 de octubre, falleció la doctora Nadia Chaudhri de cáncer de ovario con tan solo 43 años. Ella era una neurocientífica de origen Pakistaní que vivía en Montreal. Fue una de las más reconocidas neurocientíficas a nivel mundial. Contaba con un récord de más de 3500 citas contabilizadas según el sitio web google scholar, una herramienta de Google que establece el índice de impacto de las revistas científicas a partir de las citas recogidas.
Chaudhri pasó sus últimos días en cuidados paliativos desde donde describió su jornada diaria acompañada de cientos de miles de personas a través de su cuenta de Twitter. Con una valentía admirable ayudó a brindar conciencia, narrando cada detalle desde el inicio de su enfermedad. Compartió con sus seguidorxs alrededor del mundo (+150k) fotos de su familia, su hijo Sun y su pareja Moon como ella los llamaba. Recibió infinidad de mensajes de amor, por su coraje para atravesar ese difícil momento. Ella, al igual que gran parte de nuestros científicos, entendió la relevancia del presupuesto en el desarrollo científico tecnológico.
Es por ello que la doctora Chaudhri, durante su batalla frente a la enfermedad, ayudó a generar más de 600 mil dólares, a través de lo que se conoce en inglés como fundraising (una actividad de captación de recursos que realizan las entidades sin ánimo de lucro como ONGs, fundaciones, asociaciones, agrupaciones, entre otras), que fueron destinados al estudio del cáncer de ovario. Una suma soñada para cualquier investigador nacional.
La ciencia es clave
Hoy, resulta casi una obviedad decir que el rol de lxs científicxs en la agenda cotidiana de los últimos casi 2 años, pasó a ser transcendental. Algo que quizás no era tan evidente antes del comienzo de la pandemia. Apenas un mes y medio luego de detectado el primer caso autóctono de Covid-19, la doctora argentina, Andrea Gamarnik y su equipo en Fundación Instituto Leloir (FIL), desarrollaron el CovidAR el primer test nacional para la detección de anticuerpos anti-SARS-CoV-2.
En mayo de 2020 el equipo del doctor Adrián Vojnov, en asociación con la empresa NEOKIT SAS, formada por un Consorcio Público-Privado entre el CONICET y el Laboratorio Pablo Cassará S.R.L., desarrollaron el NEOKIT-COVID-19. A diferencia del test diseñado en FIL, permite determinar la presencia de material genético del virus en nuestras vías respiratorias de manera rápida».
Pero el aporte científico se viene expresando de distintas maneras durante la pandemia. Desde las redes sociales y luego en medios masivos emergieron científicos como el bioinformático Rodrigo Quiroga, el físico Jorge Aliaga (ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA), o desde EEUU el biólogo molecular Ernesto Resnik (que ahora tiene el podcast llamado PCR).
Importante también viene siendo el rol de la doctora en el área Farmacia y Bioquímica, Soledad Gori, al mando del equipo de ciencia anti-fake news integrado por investigadores de distintas disciplinas del CONICET. Estos científicos fueron esenciales para la población que se tuvo que enfrentar a una lluvia de nuevos conceptos. ¿Vacunas ARN? ¿Vacunas a vectores virales? ¿Anticuerpos neutralizantes? ¿Eficiencia, efectividad? ¿Importa el origen de las vacunas? Fueron solo algunas de las preguntas que necesitaban respuesta en la sociedad.
Pero no solo las preguntas conceptuales necesitaban respuesta. Existió también una batalla en contra de la desinformación, ya que conductorxs de tv tomaron en vivo en horario prime time hidroxicloroquina, o incluso políticos y actuales candidatos pusieron en duda los beneficios de una vacuna. Por eso es siempre importante prestar atención a voces como Federico Kukso, Andrea Gentil o Nora Bär. Esta última, con un reciente artículo de lectura obligada en donde detalla los aportes de la ciencia argentina en la lucha contra el coronavirus.
Ahora bien, ¿qué nos faltó a nivel local? ¿nos faltó desarrollar una vacuna propia? ¿Es necesario continuar los desarrollos locales? ¿La pandemia se va a transformar en una endemia? ¿Se va a requerir vacunación anual como sucede con la gripe? Las respuestas a estas preguntas no son tan sencillas.
Y ahora, ¿cómo sigue todo?
Con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, la Universidad Nacional de San Martín a través del grupo liderado por la científica Juliana Cassataro y la Universidad Nacional del Litoral, trabajan en el desarrollo de una vacuna con una plataforma en base a proteínas recombinantes del virus SARS-CoV-2 producidas en el laboratorio. Dentro de nuestro cuerpo esas proteínas “extrañas” desencadenan una respuesta inmune que en última instancia nos va a proteger frente a una infección real.
Otro desarrollo distinto fue el liderado por el científico cordobés Hugo Luján, con un prototipo de vacuna oral. Su trabajo con resultados alentadores, ahora en colaboración con la Universidad Sorbonne de París, fue publicado como preprint en bioRxiv el 9 de septiembre 2021. Un preprint es una versión de un manuscrito antes de la revisión por pares, quienes certificarán o no su publicación formal en una revista. Este desarrollo innovador de la vacuna oral, utiliza las proteínas variables o variable surface proteins (VSPs) del parásito Giardia que evitan que la vacuna se degrade al llegar al tracto digestivo. Así, permite desarrollar una respuesta de anticuerpos y celular (linfocitos) robusta en mucosas.
Estos desarrollos en Argentina se encuentran en fase preclínica. Recordemos que las etapas para la aprobación de una vacuna son: primero una fase pre-clinica de experimentación en animales, luego las fases clínicas 1 (entre 20 y 80 participantes), 2 (entre 100 y 300), 3 (entre 1000 y 3000) y 4 (más de 3000 participantes) en donde se prueba en humanos.
El desarrollo científico nacional, siempre
La importancia de la concreción de los desarrollos argentinos de las vacunas frente al covid19 en principio parecen evidentes por 2 motivos: el primero es la posibilidad de independizarnos y ser un pueblo soberano científicamente y en segundo lugar, que el país, frente a una eventual nueva pandemia, ya se encuentre preparado.
Por último, en octubre del 2021, tan solo 1 año y medio después, sabemos con certeza que las vacunas desarrolladas son de muy buenas a excelentes. A nivel global distintos países están considerando dar un refuerzo de la vacuna. Por ejemplo, la administración de Biden dijo que planea dar refuerzos a los 8 meses de aplicada la 2da dosis.
Por otro lado, República Checa comenzó en septiembre a dar un refuerzo en personas mayores de 60. Alemania y Francia siguen políticas similares. En nuestro país, la ministra de salud Carla Vizzotti ya anunció que están evaluando aplicar terceras dosis en pacientes inmunocomprometidos y mayores de 60 años en consonancia con el contexto internacional.
El camino aún es largo y quedan por resolver muchísimas cosas. Pero de lo que sí estamos segurxs, es que el lugar de la ciencia, ya sea en un laboratorio, detrás de una pantalla, a través de un escrito, o donde fuere, es siempre fundamental.
Seguirán apareciendo nuevos conceptos y nuevas preguntas. Y la ciencia seguirá estando ahí, para desentramarlos, investigarlos y soltarlos a toda la sociedad de una manera más llana.
Por ese motivo es muy importante la defensa de este recurso tan preciado que tenemos, que es, ni más ni menos, que la educación. Esta experiencia nos dejó muy en claro que la formación de científicxs, es vital para el desarrollo y el futuro de un país.
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