Medellín, la “ciudad de la eterna primavera”, tuvo sus inviernos más gélidos por culpa de la violencia armada de los grupos paramilitares, los narcos, las guerrillas y las fuerzas de seguridad del Estado. Hoy la Comuna 13, en donde se vivieron los enfrentamientos más cruentos, se levanta como un ejemplo social de superación y transformación gracias a la resistencia en comunidad. Desde Colombia y sin escalas, la historia de un pueblo con memoria.
Fotografías: Micaela Ugarte.
Medellín es una de las ciudades más importantes de Colombia y cita obligada de todo viajero que recorra ese bello país. Sus paisajes, las costumbres, su gente, pero por sobre todas las cosas, su historia, es lo que hace que muchos y muchas quieran conocerla. No es solo “la cuna de los narcotraficantes” o el lugar desde donde operó uno de los personajes más temibles de la historia mundial, Pablo Emilio Escobar Gaviria. Limitarla a eso es un grave error fundado en el desconocimiento de su historia social y política.
La Comuna 13 fue el barrio donde se desarrollaron los mayores hechos de violencia y de víctimas fatales. Allí los vecinos y vecinas se acostumbraron a vivir rodeados de persecución, atentados y balas. Paramilitares, guerrillas, narcotraficantes y agentes del Estado, sometieron a la población por años a un escenario de miedo y muerte que dejó miles de víctimas y secuelas imborrables en la memoria colectiva.
Supo ser uno de los barrios más peligrosos del mundo y hoy es uno de los lugares más turísticos de Colombia. Miles de extranjeros la visitan por día para conocer su historia de superación y transformación social.
Alta Trama viajó hasta Medellín de la mano de Micaela Ugarte, periodista, para conocer de cerca lo ocurrido por aquellos años en esta bella ciudad de la región. Diego Alejandro Bram Zapata nos abrió las puertas de Kinesica, una corporación de medios que nació en la Comuna 13 luego de la época de mayor violencia entre 2001 y 2003, con actividades destinadas a jóvenes y ejerciendo el periodismo de manera independiente y autogestiva.
Según cuenta Diego Bram, en el 2004 comenzaron muchos proyectos sociales para los jóvenes de la comuna. “Hubo que empezar de cero, imagínate que ellos pensaban que Medellín era solo la comuna, que no había nada más, y en realidad, son 21 comunas las que forman parte de esta ciudad. Había que contar nuestra propia historia, porque los medios de comunicación contaban su mirada desde afuera”.
Así nace “Kinesika”, y luego “Signos de la 13”, el periódico oficial de la organización. “Ese nombre es por los signos de vida que quedaron después de las operaciones militares y de la gran cantidad de muertos que dejaron. Y la 13, por el nombre de nuestra comuna”, explica Diego.
En la actualidad Bram se desempeña como el director del periódico, además de desarrollar diferentes actividades culturales y sociales dentro del sector. “En el 2005 conseguimos que una ONG nos financiara el primer periódico impreso que repartimos en toda la comuna. Hasta que en el 2007 nos conformamos como una corporación de medios, gracias al reconocimiento y el impacto que obtuvimos, pudimos ser parte de los fondos del presupuesto participativo del gobierno”, aseguró.
Con respecto a la tarea que afrontaron en uno de los momentos más críticos del país, Diego contó que “la gente tenía miedo de ser parte de los procesos sociales porque era un momento donde estaban asesinando a los líderes por sus pensamientos de izquierda, también estaba en auge un grupo de extrema derecha. Fueron 3 años de silencio total, la gente no se animaba a hablar, por eso se nos hizo difícil hacer participar a la comunidad en los primeros años”.
En este sentido, remarcó que con el paso del tiempo la gente de la comuna empezó a ver al periódico como un medio donde poder alzar la voz. “Expresar sus pensamientos y sentimientos sin necesidad de mostrar su rostro. De darle voz a los que no la tienen en los grandes medios de comunicación”. Y afirmó: “el periódico es de la gente para la gente. Todos los que formamos parte estamos orgullosos de nuestra comuna y de pertenecer a ella porque es nuestro lugar”.
Historia de la Comuna
En la década del 50, San Javier era un barrio de la comuna 4, la América, en la antigua Medellín. Hoy en día la América es la Comuna 12, que está al lado de la famosa Comuna 13. Con el paso del tiempo, San Javier se fue transformando y creciendo cada vez más con los grandes asentamientos que se iniciaron en aquella época.
Según cuenta Diego, “era un lugar muy estratégico, porque por el Occidente, que es por donde llegó la mayor cantidad de población, limitamos con el corregimiento de San Cristóbal y con el Municipio de San Gerónimo, hasta llegar a Uraba y Chocó. Por otro lado, también limitamos con otro corregimiento que se llama Altavista y con San Antonio de Prado, pegado a Itagüí. Entonces era un lugar muy útil para todo lo que se pudiera hacer, bueno o malo, pero desgraciadamente se usó más para cosas malas”.
Con respecto a los asentamientos que dieron lugar al crecimiento de la comuna, el director de Signos expresó: “La 13 empezó a poblarse en esa época, por dos tipos de desplazamientos. El desplazamiento forzado, que se da cuando un grupo armado llega a tu tierra te la quita y te desplaza, y otro fenómeno de desplazamiento forzoso, que es cuando a mí se me cae la casa, se desliza un terreno y me tengo que ir”.
En aquella época en Colombia se desarrollaban con mayor frecuencia los desplazamientos forzosos, y de esa manera se fueron asentando familias de muchas partes del país, pero fundamentalmente del Chocó, dando lugar a la conformación de la Comuna 13. La década del 70, donde el crecimiento fue mayor, la comuna deja de ser un corregimiento para pasar a ser el barrio San Javier. “En esa transformación también muta la violencia. Allí se comenzó a hablar de los primeros grupos armados ilegales. El primer grupo que se conformó fue el de los macheteros, gente de la montaña, que tenían como misión acabar con los ladrones. Tenían armas convencionales y artesanales, y nacen con el objetivo de la justicia por mano propia”, relata Diego.
“En ese momento, también aparece el narcotráfico como una opción de vida en Medellín. Es la época donde comienza a operar un personaje que se llamaba Pablo Emilio Escobar Gaviria, quien ofrecía como empleo la posibilidad de formar parte de un grupo armado al servicio del narcotráfico, una especie de ejército privado para la autodefensa”, indicó. Además, comenzaron las guerrillas con la misión “del pueblo y para el pueblo”, ideas relacionadas al Che Guevara y a la izquierda.
Asimismo, Diego contó que “la guerrilla pasó de ser un actor que operaba en la selva y en las montañas, a operar en los barrios”. “Cuando se dan cuenta que la comuna no es utilizada por el narcotráfico y que es un corredor muy estratégico para transportar armas, drogas y todo tipo de ilícitos, la guerrilla comienza a ocupar estas zonas y a coactar jóvenes de los barrios con sus pensamientos de izquierda revolucionaria”, afirmó.
Otro de los grupos protagonistas de esta guerra fueron los Comandos Armados del Pueblo, también llamada guerrilla urbana. “Esta organización comenzó a controlar todo a nivel político, militar y estatal. San Javier era una comuna donde el Estado estaba totalmente ausente, debido a la guerra que estaba llevando contra Pablo Escobar. Así fue que descuidaron muchos barrios de Medellín”, expresó Bran. Y afirmó: “Escobar tenía el control del 70% del total de la ciudad, dentro de ese otro 30% estaba la Comuna 13. Escobar sacaba sus ejércitos de las comunas 1, 2, 3 y 4, específicamente de los barrios más populares”.
Así es como las guerrillas urbanas empezaron a controlar todo lo relacionado con salud, vivienda, educación y empleo, los derechos básicos que la gente necesita para vivir y que el Estado no les estaba garantizando por la guerra que llevaba adelante con el Cartel de Medellín. “A cambio de la ayuda que brindaban, pedían el alineamiento con sus ideas políticas. Todo esto lo hacían para que cuando el gobierno se les viniera encima ellos tuvieran el apoyo de toda la comunidad. Y así pasó. Este grupo tomó mucha fuerza, porque ya no eran extraños del barrio, eran mi primo, mi hermano, mi tío”, manifestó Bran.
En ese entonces, llegaron momentos tensos y definitivos para la historia de Colombia. El personaje más buscado, Pablo Emilio Escobar Gaviria fue asesinado el 2 de diciembre de 1993, con 44 años recién cumplidos, en la ciudad que convirtió en su refugio y trinchera. La versión oficial y más difundida sobre su muerte, es que fue dado de baja por el entonces comandante policial Hugo Aguilar junto a otros integrantes de las fuerzas de seguridad colombianas.
“Cuando muere Escobar el Estado se da cuenta que él no era el único problema que ellos tenían, había organizaciones más grandes que seguían creciendo, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y el Ejército Popular de Liberación (EPL). Ellos estaban mutando de ser guerrillas, ejércitos del pueblo y para el pueblo, a narcotraficantes también. El gobierno pensó que matando a Escobar se terminaba el tráfico de drogas, pero se equivocaron. En ese momento se dan cuenta que Medellín era la segunda ciudad más importante de Colombia, y que se estaban descuidando las zonas donde estaba la otra amenaza llamada guerrilla. Entonces comienza la guerra contra todos estos grupos”, relató Diego.
Pasada la década de los 90, las FARC comienzan a emigrar de los montes hacia Medellín. Así se iniciaba una guerra frontal de milicias, conflictos armados que se desarrollaban a diario donde se mataban entre ellos.
“Siempre las guerrillas dominantes fueron las FARC, porque eran las más antiguas, las más organizadas, y tenían órdenes de tomar la Comuna 13, porque para ellos era un corredor más que estratégico”, indicó Diego. “O se unen o se mueren”, era su lema. “Algunos se unieron por miedo, por cuidarse a ellos mismos y a sus familias, otros murieron”, sentenció.
En la década del 2000 empiezan a entrar a la comuna los grupos paramilitares, una organización que nace con el objetivo de combatir a las guerrillas. Comienzan a hablar con los jóvenes de los barrios, especialmente con los grupos que había dejado el cartel de Medellín, los denominados “pillos”.
Estos grupos de paramilitares trabajaban en conjunto con el Estado de manera ilegal, coactando a estos jóvenes. Los camuflaban, los dotaban de dinero y armas para que empezaran a trabajar para ellos. “Ahí el alcalde de Medellín se da cuenta que a 25 minutos del centro, en la Comuna 13, las guerrillas estaban manejando todo y no podían entrar ni el ejército ni la policía, porque ellos mismos ya eran el ejército y la policía”, contó Bran.
Operaciones militares en la Comuna 13
En el 2001 empiezan los años de mayor enfrentamiento entre los paramilitares, las guerrillas y las fuerzas de seguridad del Estado. Las primeras balaceras y confrontaciones armadas se desarrollan y toman fuerza en el 2002, con Álvaro Uribe como presidente. Este personaje, nacido y criado en Medellín, perdió a sus papás en manos de la guerrilla, por lo que asume y afronta una guerra directa con estas organizaciones, poniendo al Estado como escudo.
Bram cuenta que “en el 2002 fueron más de 25 operaciones, las que se encrudecen más cuando entra el nuevo presidente. En mayo de ese año ocurre una muy fuerte que es la Operación Mariscal, la que duró más de 13 horas. Empezaron con los barrios más grandes de la comuna, cortan el fluido eléctrico e inician la ofensiva con más de mil efectivos de la policía y del ejército. Pero fallan, porque no se dan cuenta que la comuna tiene una sola entrada a los barrios, pero tiene muchas salidas. No planean estratégicamente la operación, sino que la hacen de manera espontánea. Y entonces también se van de frente contra la población”.
Asimismo, indicó: “Aquí se decía que todo aquel que vivía en la comuna 13 era guerrillero. No estaban tan alejados de la realidad, porque sí había muchos por la falta de empleo y la ausencia del Estado, pero no éramos todos. El gobierno no midió las consecuencias, no esperaban que la operación dejará tantos saldos negativos. Producto de esa operación fueron 9 civiles muertos, 38 heridos y 55 personas capturadas arbitrariamente, de las cuales más del 60% se perdieron después de salir de la cárcel porque fueron asesinados”.
Las operaciones militares que se estaban llevando a cabo dentro de la Comuna 13, llegaron a los oídos de las organizaciones internacionales de Derechos Humanos, y de esa manera se introduce la Organización de Naciones Unidas (ONU) en el conflicto. “En ese momento el gobierno se da cuenta que se equivocó, los culpaban de haber hecho una masacre contra el pueblo”, afirmó Diego.
Operación Orión, la más dura y sangrienta
El 16 de octubre de 2002, se realizó en la Comuna 13 la mayor intervención militar en territorio urbano a causa del conflicto armado del país. Bajo las órdenes del presidente Álvaro Uribe Vélez y del gobernador de esa época Luis Pérez Gutiérrez, antes del amanecer, alrededor de 2000 uniformados, funcionarios judiciales, el ejército, el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), la policía, el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) y fuerzas especiales antiterroristas, con tanques y apoyo de helicópteros artillados, tomaron la Comuna 13, en compañía de paramilitares, hombres y mujeres encapuchados pertenecientes al bloque cacique Nutibara.
En medio de los allanamientos y capturas de supuestos líderes y colaboradores de las guerrillas de las FARC, ELN y Comandos Armados del Pueblo que controlaban ese sector, se documentaron 75 homicidios fuera de combate, casi 100 desaparecidos, 450 detenciones ilegales y unos 2.000 desplazados.
“Ya no eran 1000 efectivos, sino 2000, no era solo el ejército y la policía, vinieron las fuerzas especiales también. Fue una operación diseñada para el monte que la llevaron a cabo en la urbe, lleno de casas y de personas inocentes”, cuenta Diego. Con respecto al desarrollo de la operación, afirmó que “empezó igual que la Mariscal, cortaron el fluido eléctrico y ahí la gente se empezó a imaginar que algo iba a pasar. Todos estaban preparados a la fuerza, porque las guerrillas se encargaban de amenazar a las personas. Los obligaban a tener un fusil en sus casas para defenderse del Estado que llegaría en cualquier momento a realizar operativos”.
Diego vivió esa historia como protagonista, porque estaba allí mientras el horror estallaba a su alrededor. “Esta operación no duró 12 horas como la anterior, sino que 3 días. Durante el 16, 17 y 18 de octubre, hubo en la Comuna 13 un centenar de muertos, cadáveres por todas partes, la ciudad paralizada, estaba todo cortado, no había escuela, trincheras en las casas”, y agregó: “todo ese horror lo viví con la inocencia de un niño de esa época, tenía 14 años, y estábamos tan adoctrinados de que la guerrilla era lo mejor, que no entendíamos porque la policía los quería matar. Yo no estaba involucrado con la guerrilla porque eso era para mayores de edad, la guerra no era para los niños. Pero nosotros desafortunadamente naturalizábamos la guerra, la violencia y los muertos”.
Después de esa gran operación, la comuna empieza un proceso de pacificación, “una guerra silenciosa que fue mucho peor”, según cuenta Bran. “Ya no había muertos en las calles, pero la gente comienza a desaparecer. En ese momento habían sacado a un grupo, pero entro otro con más fuerza y con más rabia. Y empezaron a decir que todos eran guerrilleros y que había que desaparecerlos. Fue muy duro, porque a los desaparecidos no los ve nadie, es una tragedia invisible”, sentenció.
Además, indicó que en ese momento “se empezó a perder la confianza entre vecinos, había mucha paranoia, no se sabía quién era guerrillero, quién era paramilitar. Todos los días desaparecían personas sistemáticamente. Fueron 3 años muy difíciles para la comuna, pero por suerte la gente no se quedó callada”.
En el 2006 nacen Las Madres de la Candelaria, una organización muy parecida a las Madres de Plaza de Mayo, quienes comienzan a reclamarle al Estado por los familiares desaparecidos. Cerca de 100 mujeres aún buscan a sus seres queridos y exigen reanudar las excavaciones en la Escombrera, una montaña de basura en la que los paramilitares y los guerrilleros arrojaban a sus víctimas.
“En el 2006 se hace la primera excavación después de tres años en La Escombrera, se encontraron solo huesos de animales y basura. El Estado no ha tenido la voluntad de esclarecer esas desapariciones. Las Madres de la Candelaria están luchando por eso hace años. Uribe es el mayor implicado en esa masacre, pero tiene mucho poder político, económico y social en Colombia. Él fue el autor intelectual y quien ejecutó las operaciones militares que se llevaron a cabo en la comuna. De hecho, hizo que se exiliaran muchos paramilitares en EEUU, por eso es que hasta el día de hoy no se puede saber la verdad de los hechos. El gobierno niega totalmente que los paramilitares formaron parte de la Operación Orión”, expresó Diego.
Con respecto a las secuelas que dejó la operación en la comunidad, Bran explicó: “si usted le pregunta a una de las Madres de la Candelaria por la Operación Orión, la van a recordar con mucho dolor y mucho rencor hacia Uribe, porque tienen a sus hijos desaparecidos, pero si usted habla con alguna persona que estaba en contra de las guerrillas, celebran la operación. Yo pienso que fue una operación muy sangrienta, con muchos inconvenientes. Yo creo incluso que era mejor no hacerla, dejar las cosas como estaban. Había que retomar la comuna con grupos legales, pero no con grupos ilegales. En eso se equivocaron. Había que recuperar la comuna socialmente, no con las armas”.
¿Cómo es vivir en la Comuna 13 hoy?
“Hoy La Comuna 13 es un lugar plagado de intervenciones artísticas y sociales, un lugar que visitan 30 mil personas por mes de todas partes del mundo. De algo tan negativo que vivimos y que no quisiéramos volver a vivir, de acostarnos con miedo porque no sabíamos si nos íbamos a levantar con vida, nació algo positivo y hermoso”, afirmó Diego.
Luego expresó con cierta tristeza en sus ojos: “esa época de violencia se llevó una generación entera y prometedora de líderes sociales. En esos años aquí hubo más muertos por la violencia, que muertos naturalmente. La Comuna 13 llegó a ser uno de los lugares más peligrosos del mundo”.
En relación a la vida en la comuna hoy, después de tantos años de enfrentamientos, Bram manifestó: “vivir aquí ahora es muy bueno, nos hemos ganado el reconocimiento mundial por nuestra historia de transformación social. Sigue habiendo grupos armados, pero las guerrillas hoy están conformadas por chicos que son muy jóvenes, que tienen una construcción más social, están más organizados y menos armados. Respetan mucho a las personas que realizamos trabajos sociales. Ahora la comuna es uno de los lugares más seguros, tenemos turismo todo el año. El Estado se dio cuenta que someter tanto a un pueblo a lo que ellos querían, militarizar tanto los barrios, no era la solución, este llegó a ser una de las comunas más militarizadas del mundo. Necesitamos generar más programas sociales para los jóvenes, hay muchas cosas para mejorar aún”.
Asimismo, remarcó: “el narcotráfico y las guerrillas le han hecho mucho daño a nuestra sociedad, han dejado un legado muy fuerte en los jóvenes, el dinero fácil, la alteración de valores. La persona buena, que es referente para los jóvenes, lidera un grupo armado, y el que estudia, va a la universidad, es un bobo. Todos estos valores se aprenden en la calle, allí se moldean las personalidades. Por eso los que trabajamos en procesos sociales no vamos en contra de los grupos armados, no tenemos esa necesidad. De hecho, hay chicos que asisten a nuestras actividades, que nosotros apreciamos mucho y que forman parte de los grupos armados. Nosotros quisiéramos ofrecerles otras alternativas, otras oportunidades, pero ellos ya tienen proyectados sus ideales, su cerebro. Pero al menos, le mostramos otros caminos”.
Con respecto a los proyectos a futuro, Diego contó que tienen muchos sueños por cumplir aún: “me gustaría que la Comuna 13 no se poble mucho más, que no se llene de edificios o casas sofisticadas, sino que sea un espacio mucho más social, donde todos nos juntemos para trabajar y visibilizar las cosas positivas que tenemos dentro de la comunidad”. Y agregó: “queremos que cada vez sean más los jóvenes que levanten estas banderas, que se apropien de estos procesos sociales, que tengan sus propias ideas, ganas de aprender cosas nuevas, con el arte y la cultura como ejes de transformación”.
Además, indicó que sueña con “una comuna con memoria, donde reconozcamos la violencia como parte de nuestra historia, pero que no sea solo eso nuestra historia. La memoria no es solo recordar nuestros muertos, también es nuestra capacidad de reponernos, de salir adelante, a partir de lo malo, transformarnos en algo mejor. Cambiar nuestra realidad y la de todos los que habitamos en la comuna”.
Por último, remarcó: “queremos llegar al 2020 con un proyecto consolidado de comunicación comunitaria con la participación y movilización ciudadana como eje transversal”.
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