Crónica de una deuda anunciada – parte 2

¿Cuánto nos endeudamos durante la gestión de Cambiemos? ¿Por qué el Fondo Monetario Internacional nos dio el crédito más grande de su historia sin respetar sus propios estatutos? ¿Cómo afecta la crisis de deuda al sistema productivo? Y a nosotres, ¿cómo nos impacta estar sobreendeudados? Las respuestas en la segunda parte de este ensayo económico, que propone pensar el problema de la deuda en torno a las grandes consecuencias que genera en las condiciones de vida de la sociedad en general, como el aumento de la pobreza, la indigencia y el desempleo, las que lamentablemente no se recuperan solo pagando la deuda.

*Por Gerardo De Santis, economista, docente universitario, director del Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (UNLP), y Rocío Alcántara, integrante del Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (UNLP).

Cambiemos y el nuevo gran endeudamiento

 El esquema de gobierno de Cambiemos, supuestamente, se basó en el “gradualismo” para resolver los problemas heredados y que no fuese “tan fuerte” el ajuste. Sin embargo, cualquier revisión del accionar del gobierno muestra una historia diferente.

 Al octavo día de gestión, el 18/12/2015, se modificó el Decreto 616/2005 con el fin de desregular la entrada y salida de capitales financieros, para que no tengan que cumplir con encajes (inmovilizar fondos por un período determinado), lo que implicó la posibilidad de movilizarse rápidamente de acuerdo a intereses especulativos.

Esta medida, junto a la política de altas tasas de interés del Banco Central y la colocación de títulos de deuda a corto plazo, como las LEBAC, contribuyeron a que para marzo de 2016 Argentina se convirtiera en una de las plazas más rentables del mundo para la especulación financiera.

Cambiemos operó con una lógica similar a los dos períodos de endeudamiento anteriores, con una fuerte llegada de capitales especulativos “golondrina” para sumarse a la bicicleta financiera, gracias a un precio del dólar estabilizado por el endeudamiento externo que lo garantizaba, y desregulaciones para su entrada y permanencia.

No fue gradualismo, en tres meses pasamos de un modelo macroeconómico que sostenía el mercado interno y favorecía la producción de bienes y servicios, a uno donde se favorecía la especulación financiera.

La lógica de acumulación cambió

Hasta diciembre de 2015 la economía argentina tuvo políticas de fomento al consumo, de aumento del gasto orientado a los sectores productivos, de política de créditos para el sector privado y una demanda interna consolidada. Aunque todo ello con el problema de la baja inversión productiva condicionaba el crecimiento económico.

En la misma línea habían bajas tasas de interés, las que por un lado beneficiaban el crédito, pero por otro perjudicaban el ahorro. Es por eso que la sociedad argentina tenía en claro que, teniendo en cuenta la inflación, era más conveniente consumir que ahorrar. 

Pero para marzo de 2016 ya estaba consolidado un modelo en el que la rentabilidad más alta se obtenía de la especulación financiera, sostenido gracias a un consecuente nuevo proceso de endeudamiento en dólares que tomaba el Estado Nacional, y que de alguna manera garantizaba la salida en dólares de los capitales especulativos a través de las ventas del Banco Central.

Situación, que pese a las promesas de campaña, desalentó la inversión productiva y perjudicó al sector, transformando el negocio de los títulos de deuda en el más rentable, por encima de cualquier otra actividad productiva, para los especuladores porque ya conocían la tasa de interés del Banco Central.

Es así que para principios de 2018 Argentina tenía mayor déficit fiscal (cuando el Estado gasta más de lo que recauda) y el doble de déficit externo (cuando hay más salidas de divisas que entradas) que al inicio de la gestión en diciembre de 2015.

Es en ese mismo año que se genera cierta turbulencia económica internacional y los capitales de préstamo no llegaban a los países emergentes, una situación de restricción monetaria mundial que rápidamente se revirtió y los países emergentes pudieron volver a tener acceso a créditos, menos aquel que ya se encontraba sobreendeudado: Argentina.

La falta de crédito, sumado a nuestra crisis con causas locales nos colocó en los primeros lugares del ranking mundial para todos los indicadores que muestran datos negativos de los países: riesgo país, devaluación, tasa de interés y fuga de capitales, entre otros.

Es así, como a pesar de estar en un contexto global de expansión donde el PBI mundial creció en promedio el 3% para 2017, 2018 y 2019. Y a la sobresaliente opinión de una variada gama de consultoras económicas y financieras, de economistas y periodistas especializados en la materia, que vislumbraron tendencias y proyecciones positivas en materia económica, que Cambiemos prefirió tomar más deuda.

En mayo de 2018 el gobierno de Mauricio Macri recurrió al prestamista de última instancia, el Fondo Monetario Internacional (FMI), quien le otorgó el crédito más grande de su historia con una línea para países con problemas económicos severos, a pesar de que este mismo organismo también había proyectado buenos números de crecimiento, en sintonía con las consultoras y los especialistas.

Y sí, el FMI

El Fondo Monetario Internacional (FMI) es una de las organizaciones que se crearon con los acuerdos de Bretton Woods, firmados en la localidad estadounidense homónima en 1944.

El FMI tiene distintas líneas de créditos para los Estados, pero también reglamentaciones que estos deben cumplir para su otorgamiento y continuidad.  En el organismo los diez países más importantes tienen poder de voto, pero solo Estados Unidos tiene poder de veto, por lo que no se realizan acciones con las que este no esté de acuerdo.

A finales de 2017, debido al esquema económico explicado y el descenso en el financiamiento externo, el precio del dólar comenzó a subir. El oficialismo quiere ocultar el problema de la deuda externa y acude al FMI con la justificación de que Argentina había “vuelto al mundo”, cuando es sabido que el Fondo actúa como prestamista para los países que están en crisis externas agudas, es decir, cuando los mercados ya no confían en ese país y por ende no le prestan.

Durante el gobierno de Mauricio Macri se recibieron desembolsos por aproximadamente 45 mil millones de dólares. El acuerdo original con el Fondo Monetario Internacional (FMI), firmado en mayo de 2018, fue por 57.100 millones de dólares con vencimientos a corto plazo, cifra récord para el organismo y por lejos para nuestro país.

El crédito significó más del doble de lo que el organismo tiene establecido para préstamos a la Argentina, es decir, el crédito se otorgó sin acatar los propios estatutos del Fondo.

En el comunicado oficial del organismo, la directora de ese momento Christine Lagarde, afirmó que “las políticas que pretenden aplicar las autoridades buscan abordar vulnerabilidades de larga data, lograr que la deuda siga siendo sostenible, recortar la inflación y promover el crecimiento y la creación de empleo, reduciendo al mismo tiempo la pobreza”. Como sabemos, todos esos problemas empeoraron luego del crédito y además, nos quedó la deuda.

 En el siguiente cuadro, se representan todos los acuerdos que ha firmado Argentina con el FMI.

La línea de crédito otorgada a Argentina en 2018 fue el Stand By, pensado para países con problemas económicos agudos y severos como Jamaica, Kenia, Ucrania, Serbia, Kosovo, Irak y Bosnia Herzegovina.

El crédito a nuestro país tuvo la particularidad de ser el más grande de la historia del FMI, representando más del 50% de su cartera. El acuerdo contemplaba que más del 80% del crédito fuera desembolsado antes de llegar a la mitad del programa, justo previo a las elecciones de octubre de 2019.

En relación a ello, Mauricio Clever, asesor de Donald Trump para América Latina, se refirió al sentido político del gran préstamo del FMI para Argentina, el que servía de apoyo y contención para la gestión del gobierno de Cambiemos, manteniendo el precio del dólar y financiando la formación de activos externos, es decir, la fuga de capitales, en contra de lo que dice el propio estatuto del organismo.

Una de las discusiones es qué financió este crédito. Pues según un informe del Banco Central, la fuga de capitales en el período alcanzó los 86 mil millones de dólares. Además, la magnitud del préstamo atenuó el impacto de la devaluación en 2018, año en que comenzó la crisis de deuda.

Es en julio de 2019 que la agencia Bloomberg calificó a Argentina como el país emergente más vulnerable del mundo, superando a Turquía, que en ese momento estaba en conflicto económico contra Estados Unidos, la primera potencia mundial. 

Argentina era considerado el país más vulnerable del mundo, incluso cuando Estados Unidos apoyaba a Macri, mediante diversos discursos de Trump y en los hechos. Sumado a que, vía el organismo financiero más importante del mundo, Estados Unidos usó su influencia para que Argentina reciba el crédito más grande de la historia del FMI.

Según indicaban, el objetivo de corto plazo del gobierno y del crédito del FMI era reducir la inflación, mientras que el de largo plazo, fomentar la inversión productiva. Sin embargo, la inflación de 2019 fue el doble a la de 2015, y la mayor parte de los capitales que ingresaron al país fueron especulativos. Inclusive grandes empresas como ARCOR registraron pérdidas, lo que no ocurría desde la crisis de 2002.

El problema del sobreendeudamiento afectó al sector público nacional, a varios Estados provinciales, al sector privado (el sector empresario grande, mediano, pequeño y micro) y a las familias. Situación contraria a lo que ocurría en 2015, cuando hasta Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda entre 2017 y 2019, afirmó que encontraron un país “desendeudado”.

Cambiemos consolidó un modelo donde la intermediación financiera obtuvo ganancias extraordinarias, al igual que el sector energético y, en menor medida, el agropecuario y algunas empresas constructoras, que tuvieron contratos con el Estado financiadas con endeudamiento externo.

Una modalidad de distribución de la riqueza que fue a expensas del empobrecimiento general de la población, de la disminución en términos reales del gasto en servicios sociales y el aumento récord en intereses de deuda.

¿Qué ocurre en el sistema productivo con las crisis de deuda?

El endeudamiento no sirvió para financiar el desarrollo del país, incluso ahora condiciona las posibilidades de intentarlo. Todo lo que describimos es la superficie del problema, puesto que no se trata solo de cuánto debemos al finalizar cada período de endeudamiento, sino también, que las crisis de deuda han conllevado grandes consecuencias en las condiciones de vida de la sociedad en general, como aumento de la pobreza, indigencia y desempleo. 

A su vez, son modelos cuyas políticas desarticulan los instrumentos básicos del desarrollo nacional, desintegran el sistema educativo, el sistema científico técnico, desarticulan e impiden las actividades industriales, además de financiar y hacer propaganda para la industria del resto del mundo. 

Los procesos de sobreendeudamiento que implican que el dólar sea barato en el país, por un medio no sustentable a largo plazo, se traduce en beneficiar el sector turismo del resto del mundo (es más barato vacacionar en otros países que en el propio) y perjudicar al empresariado del sector argentino.

Vale también para la producción de bienes, lo importado se transforma de forma ficticia e insostenible a largo plazo, en bienes más baratos que la producción local. Se genera una percepción de bienestar que permanece solo mientras dura el endeudamiento, pero que a su paso destruye las capacidades del sector empresario que quiebra para subsistir.

Esto puede interpretarse como que Argentina se endeuda para subsidiar la industria del resto del mundo. Al mismo tiempo, estos períodos de apertura comercial suelen estar acompañados con propagandas públicas que halagan la industria del resto del mundo y desprestigian la de nuestro país, un caso emblemático de esto es el comercial de sillas importadas durante la dictadura militar.

Un ejemplo claro es YPF, nuestra principal empresa para la que el país ahorró casi ocho décadas, de 1916 a 1994, y que llegó a tener un ciclo integrado de producción desde el yacimiento al surtidor.

¿Cuál es el objetivo de tener una empresa pública que genere energía?

Para Argentina, como para la mayoría de los países, es fundamental tener un insumo clave a precios razonables para el aparato productivo, gasoil económico para el agro y gas para la industria.

Así funcionó desde su fundación hasta la dictadura de 1976 que endeudó a la empresa, no como una política para modernizar ni para consolidar procesos de desarrollo tecnológico propio, sino para tener dólares para financiar la “tablita” explicada en la parte 1.

En la década del ’90 se privatizó como propiedad extranjera, por lo que perdió completamente ese rol de abastecer de energía a precios razonables para los sectores productivos, convirtiéndose en una multinacional con ganancias extraordinarias que se remiten fuera del país.

La cuestión cobra mayor relevancia porque al analizar lo que ha ocurrido en el capitalismo con las distintas Revoluciones Industriales, nos encontramos que desde la Inglaterra de 1780 a lo que ocurre en China hoy, la clave para estos países es el abastecimiento de energía.

YPF fue endeudada en la dictadura y vendida en los ’90 a una multinacional española, cuyo objetivo, lógicamente, era tener la mayor rentabilidad posible para derivar a su casa matriz, y no el desarrollo nacional nuestros, la investigación o la generación de empleo. Cualquier revolución industrial que miremos se vale de recursos y energía, pero también de construcciones a largo plazo, como el conocimiento y la tecnología.

Actualidad

Actualmente, con Martin Guzmán como Ministro de Economía, el gobierno  logró negociar la deuda con acreedores privados bajo legislación extranjera y local, con mejoras sustantivas en la tasa de interés. Aunque todavía resta negociar nuevos términos con el FMI.

En este sentido, la estrategia del gobierno ha sido colocar un negociador, Guzmán, con respaldo de consideración académica internacional y experto en los mercados de bonos, para renegociar esta nueva cesación de pagos ocurrida en 2019.

La idea se basa en acordar primero con los acreedores privados para luego negociar con el FMI, ya que, en definitiva, el organismo internacional que le dio un crédito político al gobierno de Mauricio Macri, por fuera de su propia regulación y que fue funcional al financiamiento de la fuga de capitales, ahora quiere cobrar en los términos del estatuto, lo cual es insostenible para el país.

La negociación se centra en continuar con los términos “excepcionales” del crédito también para su pago, con una propuesta que haga posible la cancelación de la deuda de forma sostenible, por ejemplo, estableciendo un período de veinte años. 

En síntesis, consideramos que la clave de la cuestión no es preguntarse si tomar deuda es malo, sino entender el modelo de vinculación con el resto del mundo al hacerlo.  Debido a que, como vimos, los procesos de gran endeudamiento externo son llevados a cabo por modelos económicos que insertan a la Argentina en el capitalismo financiero, lo cual es inviable en lo productivo y lo social.

Las consecuencias han sido, como dijimos, default, crisis social, desarticulación del sistema educativo, del entramado industrial y destrucción de los conocimientos adquiridos y acumulados por el sistema científico técnico de un país, lo cual no se recupera solo pagando las deudas.

Para quien quiera ampliar la lectura sobre el tema, les recomendamos:

Leer Crónica de una deuda anunciada – Parte 1.

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