“Es ridículo pensar que el año que viene va a haber elecciones”, lanzó el ex presidente Eduardo Duhalde en Animales Sueltos. En medio de la peor crisis sanitaria de los últimos cien años, el ex mandatario vaticinó por televisión su convicción que la Argentina sufrirá un golpe de Estado. Pero, ¿es la primera vez que Duhalde participa en operaciones que buscan la inestabilidad democrática? ¿Qué rol jugó junto al Grupo Clarín en los asesinatos de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en 2002? Una cosa es clara, el único que no lo sabe, no lo leyó y se le olvida el grito de NUNCA MÁS, es a él.
Ilustración: Rodrigo Díaz para Alta Trama.
El lunes por la noche Eduardo Duhalde estuvo en Animales Sueltos, el programa que actualmente conduce Luis Novaresio por canal América. Entre afirmaciones inconclusas y consejos para el presidente Alberto Fernández, el ex mandatario arrojó una desafortunada predicción acerca de que en 2021 no habrá elecciones porque “Argentina es campeona en dictaduras militares”.
Acto seguido, funcionarios públicos y organismos de Derechos Humanos salieron a recordarle que desde hace mucho tiempo lxs argentinxs dicen #NuncaMás al terrorismo de Estado.
Si bien algunas personas lo acusaron de ya estar sufriendo los exabruptos de la edad, otras advirtieron de que se trata de una operación consciente y con una concreta finalidad política. Hebe de Bonafini, por ejemplo, en un audio difundido desde la Asociación Madres de Plaza de Mayo, dijo que “Duhalde es el títere del director de Clarín, el chirolita de Magnetto”.
A partir de la idea de una posible desestabilización en el sistema democrático, en redes sociales muchxs usuarixs acusaron a Duhalde de alentar lo que se denomina como “golpes blandos”. Es decir, aquellos ataques que la derecha arremete contra la actual gestión gubernamental sin la necesidad de recurrir a enfrentamientos bélicos sino a la utilización de otros recursos que de igual manera logran un fuerte impacto, como los medios de comunicación hegemónicos.
Sin embargo, no es la primera vez que al ex presidente se lo vincula a maniobras encaradas por el monopolio mediático. La relación Duhalde-Clarín data a partir de los asesinatos de los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en el año 2002, uno de los casos de violencia institucional más repudiables de nuestro país y que obligó a adelantar las elecciones presidenciales.
Una relación de años
El gobierno de Eduardo Duhalde, aquel presidente que había sido elegido el 2 de enero de 2002 por la Asamblea Legislativa, no tuvo la decisión política de trabajar por quienes el menemismo y la Alianza encabezada por De La Rúa habían condenado al hambre.
Como consecuencia, la gente de los barrios empezó a organizarse en las esquinas y se movilizó en busca de respuestas. De esta manera y con la finalidad de ser escuchadxs, el 26 de junio de 2002 el movimiento de piqueterxs tomó el acceso a la Capital Federal por el puente Pueyrredon.
En ese entonces, lejos de buscar un consenso que evite consecuencias drásticas, el gobierno decidió responder con todas las autoridades en las calles. Las fuerzas represivas que se hicieron presentes fueron la Policía Bonaerense, la Policía Federal, Prefectura Naval e incluso Gendarmería Nacional. Todas ellas tenían una misión: no permitir que la gente se exprese.
Pero en la denominada Masacre de Avellaneda, no sólo los gobiernos nacionales y provinciales -en consonancia con sus respectivas fuerzas de seguridad- fueron los responsables, sino que también se necesitó de una complicidad mediática que pueda operar desde otro lugar. Un poder que pudiera ser legítimo ante la sociedad y que la convenza de que la intervención violenta frente a un grupo de manifestantes era acertada. Y esa misión, estuvo en manos del diario más vendido de la República Argentina, es decir, el diario Clarín.
El 27 de junio del 2002, un día después de los asesinatos de Kosteki y Santillán, el periodismo argentino que osaba en declararse independiente, fue puesto en evidencia. Bajo el titulo “La crisis causó dos nuevas muertes” Clarín presentó la noticia de los homicidios de los militantes piqueteros.
El título que acompañaba uno de los análisis más repudiables de la historia del periodismo nacional y firmado por Julio Blank, nunca mencionó que las muertes eran producto del accionar violento de la policía bonaerense. Para el diario no hubo responsables devenidos en sujetos políticos, sino que la única culpable era “la crisis”.
Si bien la represión policial empezó alrededor de las 12hs del miércoles en el puente y se prolongó por la estación de tren hasta que empezaron a desconcentrar entre las 18 y 19hs, se sabía que durante todo el día la policía había disparado con armas de fuego contra piqueterxs que solo portaban gomeras y piedras. Pero ese dato no fue suficiente para la nota de Blanck y lo remplazó por un tono que no sólo desconocía la responsabilidad policial y política, sino que además acusó al movimiento piquetero de querer sacar provecho a partir de la represión y de las muertes “para legitimar un discurso y una acción política donde los valores aun deteriorados de la democracia funcionan como obstáculos hacía un objetivo supuestamente revolucionario” (nota diario Clarín, 27 de junio del 2002).
Todxs sabían lo que había pasado ese miércoles en Avellaneda y Clarín no podía estar exento, aunque no haya mandado a ningún periodista a cubrir una movilización que se sabía de antemano que iba a ser muy fuerte. Los directivos sólo enviaron un fotógrafo y algunxs periodistas para que reconstruyan la escena después de los crímenes.
Por su parte, el editor general de fotografía, Diego Goldberg, en el documental La crisis causo dos nuevas muertes dijo que todxs en el diario pensaron que era una movilización más. Pero a pesar de las negaciones de Goldberg y Julio Blanck, eso no fue así y se empezó a sospechar de que hubo una bajada de línea desde el gobierno de Duhalde para no afectar a quienes tenían responsabilidades. “Mucha gente trabaja para mucha gente. Nosotros hacemos lo que tenemos que hacer” decía Blanck para el documental que lleva el mismo título que su nota.
Luego de que el presidente fue notificado de la existencia de las fotos de Pepe Mateos (Clarín) como también de las del fotógrafo independiente Sergio Kowaleski, en las que se logran distinguir que Kosteki y Santillán fueron asesinados por efectivos policiales en la Estación de Tren de Avellaneda, caducó la teoría que las autoridades levantaron acerca de que las muertes fueron producto de un enfrentamiento entre piqueterxs.
El mandatario tuvo que notificarle al gobernador Felipe Solá que esté atento a la publicación del diario Clarín, en la que se veía involucrado a Fanchotti, el policía a cargo del operativo y al que anteriormente habían felicitado por “poner orden”. De esta manera, el discurso político y mediático que había durado entre tres o cuatro días fue modificado, y Kosteki y Santillán empezaron a ser los dos militantes que la policía, efectivamente, había matado.
El veloz cambio discursivo y el costo político del gobierno de Duhalde se vio en todos los medios, pero sobre todo, en su cómplice Clarín. A pesar de que Blanck haya dicho que el título solo fue un “error periodístico” y que hasta antes de la nota no sabían quiénes habían disparado, quedó demostrado la complicidad entre ambas partes, porque los directivos del diario sabían desde muy temprano que las fuerzas armadas no solo habían reprimido sino que también habían matado. Después de que las fotos tomadas por su propio fotógrafo lo dejaran en evidencia, el grupo Clarín supo que si perdían credibilidad sería condenado por todxs y su negocio empezaría a verse afectado.
Si bien el diario siguió insinuando en responsabilizar a lxs piqueterxs cada vez que se presentaba un nuevo corte en las calles, no fue suficiente para entorpecer el posicionamiento social que estos obtuvieron después de luchar y que desembocó en un llamado de elecciones que pondrían fin a la gestión de Eduardo Duhalde y a una época llena de hambre, pobreza y desocupación. Lo que siguió después, es historia conocida.
Recordando entonces estos tristes y nefastos episodios durante el corto mandato de Eduardo Duhalde, ¿desde qué lugar el ex mandatario puede cuestionar el futuro democrático de nuestro país?
El Estado Nacional y todas sus fuerzas, deben velar por los derechos de lxs ciudadanxs y nunca más actuar contra ellos. En tiempos actuales, en los que la información vuela, este tipo de declaraciones públicas deben ser repudiadas para NUNCA MÁS siquiera, dar la mínima posibilidad de imaginar un futuro sin nuestra tan valiosa democracia.
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