Ese hombre

Rodolfo Walsh

“Lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”. A 41 años del asesinato y la desaparición de Rodolfo Walsh, un paseo por su vida como escritor y periodista, donde la máquina de escribir fue su arma y las letras sus balas.

*Ilustración: Caro Panczuch para Alta Trama.

La mirada fija en los cuadrados blancos y negros. Su semblante serio pregona el jaque. Demora. Le agrada saborear el momento en que su rival se sabe perdido. Piensa en alargar la faena y tirar a correr un caballo para distraer, aunque todo el club de calle 6 y 54 sabe que ese Rey no tiene salida. Cuando decide pegar el zarpazo y terminar la partida, escucha en la mesa vecina: 

Hay un fusilado que vive

Esa frase de diciembre de 1956 dio inicio a una investigación que significó un hito en la historia del periodismo y la literatura latinoamericana. Juan Carlos Livraga, el fusilado vivo, despertó el fuego en Rodolfo Walsh, un escritor que no solo combatió a los genocidas desde el discurso, sino también con su militancia. Un intelectual que supo pasar a la acción.

“La conciencia es su musa”

“El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”. 

Así se dirigía el primero de mayo de 1968 a los universitarios, intelectuales y artistas, en un mensaje a través del Semanario de la CGT de los Argentinos, periódico que fundó y dirigió entre el ´68 y el ´70, durante la dictadura de Onganía.

Su amigo Osvaldo Bayer dijo que: “Su conciencia lo seguía a todas partes”. Fue un periodista que persiguió la justicia social y que durante la proscripción del peronismo (1956 -1973), paradójicamente, se acercó y terminó por enrolarse en sus filas. Para Eduardo Jozami, activista por los derechos humanos, “Walsh es un intelectual comprometido, apasionado, militante y al mismo tiempo muy riguroso”.

Walsh se transformó en un escritor que dedicó su vida a denunciar las injusticias que llevaba adelante la dictadura. Desde el ´56 en adelante, la política será quien conduzca sus decisiones. 

“La política se ha reimplantado violentamente en mi vida. Pero eso destruye en gran parte mi proyecto anterior, el ascético gozo de la creación literaria aislada; el status; la situación económica; la mayoría de los compromisos; muchas amistades, etc.” Escribió Rodolfo Walsh en su cuaderno de apuntes en 1968.                                                                                                                                                              

Profesor Neurus

Su acercamiento a la identidad política peronista se puede observar en base a tres de sus trabajos, que con el paso del tiempo se han convertido en clásicos no solo del periodismo, sino también de la literatura.

“Me he pasado ‛casi’ enteramente al campo del pueblo que además –y de eso sí estoy convencido– me brinda las mejores posibilidades literarias. Quiero decir que prefiero toda la vida ser un Eduardo Gutiérrez y no un Groussac; un Arlt y no un Cortázar.” Se lee en otra página de apuntes. 

Primer contacto. Su no-ficción Operación Masacre, una investigación periodística sobre los fusilamientos de José León Suárez, perpetrados por la dictadura cívico-militar que se autodenominó Revolución Libertadora (1955 – 1958), es la primera identificación que tiene con el peronismo.

Un clásico de la literatura latinoamericana que no sólo lo catapultó a ser reconocido como escritor, sino también como un investigador que testificó y aportó pruebas para la justicia, al igual que en sus otras dos investigaciones: ¿Quién mató a Rosendo? y El caso Satanowsky. Marcela Repossi, comunicadora social, docente y columnista del programa radial La voz de las madres (AM 530), agrega que: “ [Rodolfo Walsh] transforma esas investigaciones en material literario, convierte los ilegibles expedientes judiciales en material comprensible por cualquier lector.”

Más cerca. Su cuento Esa mujer (1965) significó un acercamiento aún mayor, en él hace hincapié, implícitamente, en la figura de Eva Duarte y el robo de su cuerpo. Un texto que nace como una nota periodística, pero que debido a la escasa información que le reveló su entrevistado se transformó en uno de ficción:

“Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.”

Poner el cuerpo. La definición de su identidad política se dará con su militancia en Montoneros, donde era conocido como “Profesor Neurus” por  su parecido con el dibujo animado. Carrera política que tuvo su punto de ebullición con la creación de la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar (24 de marzo de 1977), en la que denuncia las calamidades que llevaba adelante el poder de facto y que fue denominada por Gabriel García Márquez como: “Una obra maestra del periodismo”.

La madrugada anterior a su asesinato y desaparición (25 de marzo), Walsh terminó de teclear en su Olympia portátil la carta que repartiría esa mañana junto a su compañera Lilia Ferreyra. A quien le confesó al momento de comenzar a producir el relato: “Así quería empezar este año, escribiendo contra estos asesinos”. 

El cronista

Walsh fue un revolucionario que practicó el oficio del periodismo desde la interacción. No solo en sus investigaciones más reconocidas se relacionó con los personajes reales de esas historias, sino también en cada uno de sus artículos y crónicas periodísticas.

“Rodolfo Walsh adulteró su propia relación con el campo cultural (…) tiró todo por la borda y eligió naufragar con los desposeídos de la tierra, tratando de cambiar el estado de las cosas”, dijo el poeta argentino Rodolfo Edwards. 

También revolucionó la literatura latinoamericana, como uno de los primeros exponentes del Nuevo Periodismo, una corriente que revitaliza el género de la crónica periodística, que se caracteriza narrativamente por la convergencia entre periodismo y literatura, además de hacer visible lo desigual, lo injusto. 

La rigurosidad en el lenguaje, su estilo directo y verosímil, también afloran en sus crónicas que visibilizan situaciones y personajes reales en sus vidas cotidianas, entre las que se destacan: Carnaval Caté, San la muerte, La isla de los resucitados y El expreso de la siesta.

Por ejemplo en La isla de los resucitados, Walsh y Pablo Alonso, el fotógrafo que supo ser los ojos del periodista, se instalaron una semana en la selva chaqueña con los leprosos de la Isla del Cerrito. Entre el ´66 y el ´70, la pareja produjo distintos reportajes para Revista Panorama, con la metodología de adentrarse en las realidades de los personajes, acompañarlos por un rato, conocer sus sueños, miserias y bondades. 

“El pabellón de imposibilitados (cuarenta hombres y mujeres) era realmente lo peor, la desgracia sin atenuantes, la carne del hombre sometida a una lenta explosión, que arranca acá una mano y allá un pie y termina rodeándose de fealdad, ceguera, desesperanza, locura. Por más que uno haga, es difícil aceptar el mal gratuito en su formidable aparición. Uno se pregunta qué espíritu ordenador pudo planear –permitir– una cosa como ésta. No hay réplica, por supuesto, y es preciso aferrarse a algunas reflexiones salvadoras, algunos tibios consuelos.” La Isla de los resucitados (1966).

Jaque Mate

La lámpara lo auxilia en el intento de arreglar la A que se pega y mancha el papel; escribir es como jugar al ajedrez y no se puede con la reina afiebrada. Aquella máquina lo siguió en mil batallas, se obsesionó con Esa mujer, hirvió de rabia con Operación y saboreó sus lágrimas al escribir que Vicki era “orgullo en el dolor”.

Está en un escritorio corto embutido en un rincón. Un café cargado y el atado de cigarrillos lo acompañan. Despegada la A, agarra el cuaderno de apuntes y comienza a teclear:

1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina…

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