Iván Chausovsky, psicoanalista y creador de los “Aforrismos”, habló sobre las implicancias psicológicas del aislamiento social y obligatorio: ¿Puede correr riesgo nuestra salud mental? es uno de los temores que surgen ante la inminente extensión de la cuarentena en Argentina. Iván responde esta y otras preguntas que hicieron lxs lectorxs de Alta Trama, y deja en claro que hay tantas cuarentenas como singularidades, seguro en esta entrevista encontrás la reflexión aforrística acorde a la tuya.
“Dejé las drogas pero caí en Instagram”, confiesa un Aforrismo mientras no somos pocas las personas que usamos el celular ni bien nos levantamos y antes de dormirnos, mientras esperamos el colectivo y cuando estamos arriba del mismo, incluso cuando estamos tristes o aburridxs. “Se cancela el 2020 por coronavirus”, decreta otro cuando muchos proyectos tuvieron que detenerse sin saber la fecha de reanudación por la cuarentena. “No lx extrañas, estás aburridx”, le recuerda este Aforrismo a muchas personas que casi le escriben a su ex con la excusa de la pandemia.
Iván Chausovsky es psicoanalista, influencer en las redes sociales y autor de estas frases que llama “Aforrismos” o “Haikus porteños”, en los que retrata la vida cotidiana occidental en el siglo XXI. En su cuenta de Instagram tiene casi 30 mil seguidores. Ahora, al igual que la mayoría, está aprendiendo a usar la aplicación para videollamadas Zoom, pasa que el contexto no deja otra opción para poder entrevistarlo.
Trabajar en las redes sociales y atender a sus pacientes de manera virtual ya lo tenían encerrado en su casa desde antes de la cuarentena. Mientras se arma un cigarrillo de tabaco y toma una copa de vino, nos responde sobre la existencia o no de efectos colaterales indeseados por el encierro prolongado en la cuarentena.
La importancia de cumplir con el aislamiento social y obligatorio radica en evitar que el COVID-19 se expanda de una forma vertiginosa y haga colapsar al sistema de salud. Pero surgen dudas ante la extensión de esta medida: ¿La salud mental puede verse amenazada frente a un aislamiento muy prolongado? ¿Qué pasa si vivimos solxs y estamos más de un mes sin ver a nadie? ¿y si estamos 24/7 conviviendo con nuestra pareja? ¿Qué podemos hacer para bajar un cambio y no enfermarnos por la ansiedad?
Frente a estos temores, qué mejor que consultar a un profesional de la salud mental. “Muchas gracias por tenerme en cuenta para charlar sobre esto. La situación que vivimos es loquísima, estamos todos flasheando un montón”, dice al iniciar la conversación.
¿Puede correr riesgo nuestra salud mental si la cuarentena se extiende demasiado?
Escuché que hay mucha gente preocupada por esto, incluso algunos dicen que contagiarse el virus sería mejor que el aislamiento. Yo no estoy de acuerdo con eso, el virus es peligroso por donde se lo mire. Creo en principio, que las consecuencias de la cuarentena serán menores que las de no hacerla.
Ahora, respecto a los posibles problemas del aislamiento obligatorio, sin dudas para las parejas será un tema una convivencia tan intensa, me imagino que después de esto o se separan o se solidifica el vínculo. También hay gente que la pasa sola, escucho mucho en el consultorio y en charlas con amigos que hay algo de la ansiedad social que bajó.
El sábado pasado hablé con una amiga que me decía: “Es sábado a la noche y no estoy pensando a dónde hay que ir, estoy tranquila en mi casa”. En algún punto la gente se tranquilizó y se vio obligada a bajar un cambio, esto por supuesto no es una generalidad, habría que ver bien cada caso. Hay personas que si están muy solas y no se cuidan se pueden deprimir, creo que también puede haber una tendencia a determinados excesos como con el alcohol, el tabaco, el faso, la comida o incluso las redes sociales. Quizás si alguien no puede organizarse, esto lo parte al medio.
Una de las consecuencias principales que no me quiero olvidar es la económica, hay mucha gente muy preocupada por eso, cómo hacer para comer, de qué voy a vivir, cómo pago el alquiler. Yo en ese sentido siento que estoy en una situación privilegiada sin dudas, porque además hace tiempo que vengo trabajando mucho desde mi casa. Aún así me pasó en un momento que me angustié, leí ciertas noticias, flasheé teorías apocalípticas y al hablar con algunas personas me di cuenta que si les decía todo eso las angustiaba. Ahí fue cuando se me ocurrió ese aforrismo que dice: “Prefiero ser un estúpido optimista antes que angustiar a un otrx con mi estupidez”.
Va a pasar esto, no sabemos cuándo pero va a pasar. Tratemos de hacerlo lo mejor y más sano posible. Me gustan los memes con exageraciones del estilo: “se salvó el mundo, ahora hay delfines en el Riachuelo”. Si esto puede servir para generar un poco de conciencia, parar, ver qué quiero y qué no, es como un parate al capitalismo. Una aclaración necesaria: esto lo digo desde un lugar de clase media que puede solventar la comida y el techo, si no estamos hablando de situaciones de mucha más vulnerabilidad, que pueden traer millones de complicaciones.
Hace un momento mencionaste la depresión, ¿qué recaudos se deben tener en esta cuarentena con una persona que está en tratamiento?
Primero quiero aclarar que no daré una directiva sino que diré lo que se me ocurre a mí, luego habrá que ver cada caso particular: En caso de depresión quizás es mejor pasarla con alguien; decirle a quien está todo el día tirado en la cama “dale arriba, ponete a hacer deporte”, me parece una idea un poco inútil; si esa persona no está en tratamiento psicológico yo lo sugeriría, es fundamental para hablar de qué trata su depresión, y partir de ahí se considera en algunos casos la posibilidad de un tratamiento psiquiátrico.
Hay un cierto tabú sobre esto, yo creo que la mitad de la población debe estar medicada, algunos lo cuentan y otros no. Por más que suene peor o mejor, nos guste o no nos guste, hay gente a la que en ciertos momentos le sirve. De nuevo habrá que ver bien cada caso, si vos me decis: “Estoy mal, me quiero medicar porque me dejó mi novia”, no, bueno, pará. Primero hablemos bien en terapia y después vemos. Tampoco es que hay que ir a buscar el calmante químico porque sí.
Si alguien está muy mal sería mejor pasar este momento acompañado, hacer un tratamiento psicológico, y llegado el caso hacer una consulta psiquiátrica.
Una seguidora te consulta a través de las redes de Alta Trama: “Así como hay patologías psicológicas propias de cada época, ¿creés que hay alguna que pueda verse potenciada a partir del momento que estamos viviendo?»
Una vez estudiando sobre la histeria en psicoanálisis leí una frase que decía que “la histeria dialoga con la época”. No tienen los mismos signos las personas histéricas de Freud que las personas histéricas de hoy. Los signos patológicos de esta época son la ansiedad, la depresión, la soledad. Me parece que van por ahí las consecuencias del momento en que vivimos. Todo atravesado por compararme, sentir que no soy nada porque estoy todo el tiempo mirando a los otros, la ansiedad por no poder parar, y lo asediados que estamos de estímulos.
Considerando esto, ¿cómo crees que se puede sobrellevar la cuarentena?
Bueno, quiero señalar que no existe un “hay que” para todos, en ese sentido me pongo en un lugar muy propio del psicoanálisis: hacerme el boludo. Creo que habrá que ver caso por caso cuál es la mejor manera de sobrellevar esto. Algunos se plantean que van a aprovechar para aprender a tocar la guitarra, terminar la tesis, escribir cuatro libros. Calma. No hay que nada, si te querés entregar a la calma está bien, y si te querés entregar como maníaco a hacer puzzles también.
Cada uno encontrará lo que le sirve, pero en principio me parece que la idea de pausa y de calma es hasta necesaria en estos tiempos para cualquier persona. Por otro lado, también está bueno poder proyectar algo. Si vos pensás que vas a hacer un curso en el segundo cuatrimestre, joya, seguí pensando eso. Está muy bien vivir el presente pero necesitamos también una idea de futuro. Entonces como un consejo, sí, sigamos soñando, sigamos imaginando, pensemos a dónde queremos viajar, de qué vamos a querer trabajar, con quién voy a tener ganas de salir. No apaguemos la idea de futuro.
Aclaro porque lo creo importante: Si alguien se queja porque su único problema es el aburrimiento, me parece una pavada. Incluso es hasta deseable. Serán uno o dos meses nada más, la vida es larga. Ahora, si alguien está en el exterior sin poder volver o se quedó sin la posibilidad de trabajar y llevar la comida a la casa, ahí estamos hablando de otra cosa y eso sí es grave.
Entonces, pensando en una situación donde las necesidades básicas están cubiertas, y retomando la pregunta que hizo un seguidor por las redes de Alta Trama: ¿Podemos aprovechar esto para hacer una legitimación del ocio?
Sí, absolutamente. Es uno de los mensajes que quiero dar, el parate y la improductividad por un rato. Incluso hasta podríamos investigar la productividad del ocio, ya que si atacamos la productividad materialista podemos pensar qué otro tipo puede existir.
Si pensamos en la cuestión de crear desde el ocio, al escritor por ejemplo se le ocurren ideas mientras boludea, más que con la hoja en frente. El ocio lo tenemos que revalorizar en todo momento, me parece un lugar muy importante que se vive injustamente con culpa.
Hay una lógica de que para tener ocio antes hay que tener otra actividad, porque claro, si es así todo el tiempo deja de ser ocio, es directamente el modo de vida. El ser humano se juega en sus propias medidas y límites. En ese sentido, habría que encontrar un equilibrio necesario entre lo que se hace por ocio y lo que se hace por obligación. Todo ocio no, pero nada tampoco.
En este sentido, las redes sociales nos permiten entretenernos, no sentirnos tan solxs, mantenernos conectadxs con amigxs e incluso trabajar. Pero por otro lado, también generan ansiedad. Como decís en un aforrismo: “Dejé las drogas pero caí en Instagram”.
En principio lo pulsional de las redes está claramente mezclado, no es que algo es enteramente bueno o enteramente malo. Una de las bases del psicoanálisis es la metáfora que dice que “estamos enfermos de lenguaje y al mismo tiempo la única cura es a través del lenguaje”.
Las redes sociales hoy son un nuevo lenguaje. Sin dudas hay un aspecto en el que la instaneidad, el querer saber qué está pasando, se hace una adicción preocupante, por eso nos cuesta sentarnos a leer un libro o a mirar el cielo. Eso en algún punto es un problema.
La etimología de la palabra “adicto” viene de “dictus” que quiere decir “dicha” o “decir”, es decir a-dictus, vendría a ser como no poder decir. Hay un punto en el que las redes nos tapan, sin dudas. Pero hay otro punto, que como decís, nos acercan, nos unen, nos posibilitan, porque son también un trampolín, una red en el sentido que nos contiene.
No creo que haya que ser tecno-optimistas ni tecno-pesimistas, simplemente no seamos indiferentes con el efecto que tiene en nuestras vidas. Yo pongo a las redes sociales al nivel del lenguaje, porque evidentemente se van transformando en eso, ni más ni menos.
Por las redes de Alta Trama también te preguntan sobre el contacto físico entre las personas: “¿Cuánto aguantaremos sin tocar a alguien más?”
Yo creo que no podemos pasar ni una milésima de segundo sin tocar a alguien más, porque somos seres sociales y nos configuramos en función de un otro. Creo que podemos tocarnos de otra manera. En una videollamada se puede tener un contacto de una forma más inusual. Por ejemplo, se que si llamo a mi vieja todos los días ella está más tranquila, y esa es una forma de abrazarla, la tecnología nos toca, nos atraviesa. El ser humano necesita de otros seres humanos, no exageremos porque no estamos solos en el mundo, estamos distanciados pasando una cuarentena.
¿Qué pasa con la vida sexual en este contexto de aislamiento?
Justo el otro día charlamos con Luciana Peker, ella estaba escribiendo una nota al respecto, y una de las cosas que vimos fue que se había activado el coqueteo, como que al no poder verse ahora todo el mundo se puso en cogedor, a contestar historias, chamuyar, etcétera.
Por otro lado, hice unas encuestas en Instagram y muchos me hablaron de la asexualidad. Puede ser un momento para probar otras formas de calentarse, como a través de una videollamada, pero también puede ser un momento para estar tranqui con uno mismo. En algún punto el aislamiento promueve la imaginación y la reflexión, claramente nos está mandando a pensar en un montón de aspectos. Si uno venía en un ritmo de coger con muchas personas, ahora habrá que pensar “¿qué estaba haciendo?”, “¿para qué?”, “¿eso me hace feliz?”.
Lo que es seguro es que nadie se va a morir por no coger uno o dos meses, también existe la masturbación, se pueden descubrir otras formas de sentir placer. El sexting me parece muy interesante y hay quienes lo están descubriendo ahora. Sobre esto las redes son un tema, hoy un pibe o una piba joven que nunca tuvieron relaciones, seguramente ya vieron un pito o una teta en videos o por WhatsApp. Hay cosas que van variando. Hay algo que me parece particularmente interesante de analizar.
En las redes también te pidieron una recomendación para una persona claustrofóbica.
En lo posible que trate de estar en un lugar donde tenga alguna apertura, alguna salida al exterior, un balcón o un patio. Si es algo muy intenso, sin dudas pensar la posibilidad de hacer una mudanza a la casa de alguien cercano donde pueda tener un poco más de aire. Un viaje por una cuestión médica de salud me parece que se justifica. No está bueno forzar una situación, si alguien está diagnosticado con claustrofobia bueno, habrá que tomar medidas para alivianar esos síntomas, no solo soportarlos.
Respecto al lugar que se está habitando en esta cuarentena, ¿cuál es la importancia de los espacios construidos en el hogar para ayudar a una mejor estadía?
El hogar es el lugar en el que se está cómodo, nuestro templo. Tanto al hogar como al cuerpo hay que darle mucha importancia. Yo no digo que todos tengamos que hacer la cama para ser más felices, pero cuando limpiás tu casa te estás dando un gesto de amor a vos mismo, cuando te cuidas el cuerpo lo mismo, es una cuestión de cuidado. Creo que la importancia de poder tener un hogar, con todo lo que eso significa, es un montón.
Por último, pensando en medidas de gobierno: ¿Cómo se podría tener un cuidado integral de la salud que busque no solo frenar la propagación del virus si no también cuidar la salud mental?
Me preocupan un poco los más vulnerables, durante la cuarentena yo apelaría a la creatividad y a la sencillez. Tengo una prima que está viviendo en Holanda y me contaba que allá están usando los hoteles vacíos para alojar a las mujeres que sufren violencia de género y a la gente que está en situación de calle. Para cuidar la salud mental hay que ir a la materialidad de la cosa en muchos casos.
La salud no tiene que ver solo con enfermedades, sino también con el bienestar. Respecto a una persona que sufre violencia en su hogar o a otra que no tiene techo, una idea creativa sería poner a disposición hoteles que ahora están vacíos porque nadie viaja. Me parece importante apuntar a eso. Que el transporte público se ponga a disposición de los que no pueden trabajar desde su casa. Iría al grueso, ir a darle comida a los que no tienen.
Lamentablemente no podemos pensar el psicoanálisis o la terapia individual a gran escala yendo a lo personal de cada uno y su historia familiar, hay que ir al grueso porque es obvio que alguien va a tener consecuencias en su salud mental si no tiene comida, trabajo, hogar o si su marido la golpea. Me parece que hay que ir por ese lado.
En la red de psicólogos en la que estoy hay gente ofreciéndose voluntariamente para dar atención psicológica a profesionales de la salud que están haciendo un esfuerzo muy grande. También para los familiares de enfermos, fallecidos o los mismos infectados. Sería espectacular que el Estado pueda proveer esa atención clínica.
Algo que quedó muy claro con esta crisis es que el Estado tiene que estar presente en nuestras vidas y proveer a las personas agua, luz, gas e internet. Sí, quizás suena exagerado, pero ¿por qué no estatizar internet? Hoy es también un bien de primera necesidad.
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¿Qué es la literatura para Iván?
“Si me preguntas en tercera persona respondo en tercera también ¿no?”, dice Iván mientras mueve la mano como si pasara a tercera la palanca de cambios de un auto.
Admite que si hubiera tenido que encerrarse hasta que se le ocurriera algo “bueno”, no tendría nada escrito. Le gusta más pensar en una nueva escritura que tenga que ver con lo actual y que sea provocadora: “Deseo ver una literatura con piercings, pelada, con tatuajes. Que haya nacido ahora. Me aburre pensar que la literatura quedó atrás y que los autores buenos son los antiguos”. El libro “Escritura no creativa” de Kenneth Goldsmith propone un tipo de escritura menos solemne y más informal. Iván lo recomienda en su catálogo de lecturas “aforrísticas”.
Por otro lado, hay un discurso que dice que ya no se lee tanto como antes, que la cultura del libro se está perdiendo. Iván le pone signos de pregunta a esa afirmación y responde: “Pienso que hoy se lee mucho más, estamos todo el fucking tiempo leyendo”, y agrega: “lo que pasa es que se lee distinto, se lee cortado, intertextual, mediatizado”.
En algún punto el origen de los “aforrismos” son las redes sociales, ya que, al decir de Iván, salen de la vida cotidiana: de un chat, de un pensamiento, de cosas que hoy suceden pero que antes no. Y a modo de ejemplo dice: “Antes cuando ibas al baño y te sentabas en el inodoro capaz leías la etiqueta del shampoo. Hoy nadie lo hace, porque ahora se lee desde celular”.
Con esa premisa, Iván empezó escribiendo en Facebook, hasta que un día en un carnaval en Brasil alguien le dijo que lo que hacía era muy bueno para Twitter. Comenzó a compartirlos en esa red, hasta que por último llegó a Instagram. Antes ya utilizaba mucho las redes sociales por su trabajo de gestor cultural, de hecho considera que aprendió marketing digital de manera autodidacta, y que por eso comenzó a difundir con soltura sus escritos.
Alguna vez llamó “Haiku porteño” a sus “Aforismos”, por la poesía japonesa que tiene la característica de ser profunda, poética, resumida y sutil. Muchas, dice, se le ocurrieron chateando con alguien; producto de algún fallido o de dar vuelta alguna frase hecha. “La mayor inspiración es la vida cotidiana”, cuenta.
Como psicólogo ha investigado sobre el impacto de internet, los celulares y las redes sociales en la vida de las personas. “Para mi la revolución digital es equiparable a la invención de la rueda o al descubrimiento del fuego”. Afirma que las redes sociales transformaron las subjetividades, y que tendemos a pensar a la tecnología como algo externo, pero que en realidad somos cada vez más simbióticos: “Estamos atravesados por tecnologías que nos complementan, y eso nos hace cyborgs en algún punto. Somos como Robocop, pero sin brazos mecánicos”,
Hay algo más impactante que el hecho de que toda nuestra información personal esté en una base de datos: La conformación de los afectos, es decir, las emociones que se depositan en un like a una persona o a un producto, el bloqueo a una ex pareja o a una persona que nos resulta odiosa o desagradable, conforman para Iván algo muy fuerte de lo humano.
“Cómo me veo, qué digo, quién soy, cómo me conecto, cómo trabajo, con quién cojo. Esas cosas conforman nuestra subjetividad y está todo en las redes”, afirma y luego señala que también hay una dimensión económica del asunto: “Marx se caería de culo porque trabajamos y no cobramos un mango, por eso es gratuito hacerse una cuenta en las redes. Porque es así, el producto somos nosotros”.
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