¿Cuánto papel higiénico vas a consumir? La peor crisis sanitaria de los últimos 100 años, todavía no contagió lo colectivo en algunas conciencias individualistas que no cesan en su afán de tener más. Al igual que en la película El Hoyo, los de arriba comen y despilfarran indolencia, justo cuando la vacuna para el virus es la empatía, la organización colectiva y la justicia social.
Ilustración: Magia Linyera para Alta Trama.
¿Por qué El Hoyo (película de ciencia ficción española anclada en Netflix) hace furor durante la cuarentena?
El film que juega con imágenes violentas y aberrantes para atraer el morbo de las personas, está teniendo el mayor éxito durante esta crisis sanitaria mundial. Según mediciones de la propia plataforma en su semana de estreno solo en EEUU fue la más vista.
¿El motivo? quizás porque muestra sin metáforas lo obvio: unxs comen (lxs de arriba) y otrxs (lxs de abajo) esperan las sobras de los primeros. Capitalismo, teoría del derrame o como quieran llamarle. No hay muchas otras lecturas posibles. Es el reflejo ficcionalizado de la individualidad del ser humano, su egoísmo y afán por acapararlo todo, y en este caso puntual, la comida.
¿Cómo actuamos en medio de la pandemia?
El Covid-19 se ha transformado en la peor crisis sanitaria de los últimos cien años, y ha dejado a la intemperie las falencias e indolencias que tiene en su razón de ser el capitalismo como sistema económico y social.
La incapacidad y desidia de Estados Unidos para afrontar este problema es un claro ejemplo de ello, al 8 de mayo la cifra es de 75.670 fallecidxs y de 1.256.972 contagiadxs.
La respuesta de Trump ante la pandemia fue: “hay que seguir trabajando”, emulando al jefe más antipático que alguna vez nos tocó sobrellevar. Aunque desde su perspectiva ideológica la frase toma sentido, al igual que lxs muertxs en su país, lxs trabajadorxs son cifras que según como sean estudiadas generan ganancias o gastos. Desde ese lugar parece ser que el negacionista presidente norteamericano afronta su crisis sanitaria.
En lo que respecta a nuestro país, también trajo consigo cientos de actitudes egoístas y poco empáticas, entre las que se destacan:
La agresión del preparador físico al personal de seguridad de su edificio porque le impedían salir a causa de las reglamentaciones dispuestas por el gobierno nacional, el escape en barco del dueño de la empresa Vicentín junto con su esposa para pasar la cuarentena recorriendo el Paraná (recordemos que este señor está investigado por presuntos negociados a través del Banco Nación con el anterior gobierno), o el hombre que intentó evadir los controles de su barrio privado ocultando a su trabajadora de casa particular en el baúl de su auto.
Todos delitos, según el contexto actual, que tienen como patrón común la clase social de los delincuentes, que si lo comparamos con la película, serían lxs de arriba. Ahora, qué es lo significativo: el avance de la deslegitimación de esa clase social a través de la viralización de sus actitudes y las cientos de opiniones negativas que se desprendieron de las mismas, a tal punto que el preparador físico tuvo que publicar un video pidiendo disculpas.
Estas acciones en lo cotidiano de nuestras vidas, sin una pandemia de por medio, son tomadas como casos aislados. Pero, en un contexto donde todxs los ciudadanxs se ven afectadxs por igual (en cuanto a las restricciones), el panorama cambia porque cada una de estas actitudes son puestas (expuestas) en el foco de las cámaras como noticias principales.
Entonces, como en la producción de Netflix, los vemos comer bestialmente y revolcarse en su abundancia mientras lxs demás esperamos que todo esto pase, de la forma que podemos.
Medios, caridad y riqueza desproporcionada
Los medios masivos de comunicación siguen jugando un papel fundamental en el escenario actual, con las mismas estrategias de repetición y magnificación con las que logran instalar un tema por sobre otro. Por ejemplo, no visibilizar la nula inversión en salud del gobierno anterior, y hacer de la evasión de un surfista que no respeta la cuarentena un tema país.
Como verán, esta pandemia no solo expone las miserias del sector de la sociedad más acomodado, sino también la desigualdad estructural que sufre nuestra nación y el mundo.
“Del año 2002 al 2015, la fortuna de los mil millonarios de América Latina y el Caribe se incrementó al ritmo de un 21% promedio anual, un crecimiento seis veces superior al del PBI de la región completa -que fue de un 3.5% anual- y un 6% más alto que el crecimiento de la riqueza del resto del mundo. Es decir: una gran parte del crecimiento económico está siendo capturado por los más ricos, lo que ahonda dramáticamente las brechas de desigualdad”, según un informe de OXFAM.
No hace mucho Carlos Slim, el hombre más rico de la región y el segundo más rico del mundo en 2015 con una fortuna calculada en 77,100 millones de dólares (casi el 6% del PIB de México en 2014), anunció la donación de cuarenta millones de dólares para la lucha contra el COVID-19 en México.
Un gesto que fue replicado en las diferentes cadenas de medios, quienes se olvidaron de mencionar que, según un estudio de la OCDE entre 2005 y 2009, el comportamiento monopólico de las empresas de telecomunicaciones de Slim, se tradujo en una pérdida de bienestar para los mexicanos superior a los 129 mil millones de dólares, lo que equivale a cerca del 1.8% del PIB por año.
En otras palabras, Slim no donó nada, sino que devolvió (en forma de limosna) una mínima parte de lo que les hizo perder. Como se ve, la caridad es una de las tantas formas que tiene el jet set de lavar sus activos y/o culpas.
Mientras que estos son los números de la desigualdad en latinoamérica y el Caribe, en Argentina el índice de GINI refleja que al igual que en otros periodos de políticas neoliberales, nuestro país demostró un crecimiento de la desigualdad en los últimos cuatro años interrumpiendo una tendencia a la baja de once años seguidos (bases INDEC, CEDLAS y Banco Mundial).
Esto puede deberse a varios factores, entre ellos el proceso inflacionario que afectó el poder adquisitivo de lxs trabajadorxs y engrosó las billeteras de los empresarios, y/o los préstamos del FMI que no solo crearon deuda sino que también sirvieron para financiar fugas de capitales. Esta deuda tomada alcanzó para todo el período del gobierno de Cambiemos la cifra acumulada de MUSD 82.100 lo que significa un 456% más que el total acumulado para el período 2012-2015 (Revista Tramas, Investigación Pablo Villarreal, Base OPP-UNDAV, 2019).
Un beso de justicia social, un apretón de manos estatal
En el país, este contexto pandémico ha permitido que se reconozca el valor de la salud pública, de la ciencia y de aquel personal invisibilizado por tantos años como lo fueron lxs enfermerxs, personal doméstico, de limpieza urbana, transportistas, y cientxs de trabajadorxs que para el mercado no eran generadores de ganancias sino un gasto a afrontar.
Algo parecido pasa con las fuerzas de seguridad que frente a este panorama deben encargarse ya no de reprimir violentamente sino de controlar y asegurar la salud de los cuerpos. Aunque todavía resta mucho por hacer dentro de esta rama de servicio, así lo demuestran ciertos casos de abusos por parte de la policía de la ciudad y federal. Se vuelve imperioso una reforma en el aparato policial del Estado que promueva nuevas formas de seguridad hacia el colectivo social.
En resumen, parecería ser que estamos frente a la necesidad de tener un Estado fuerte, capaz de negociar frente al mercado protegiendo los derechos de sus ciudadanxs.
Aunque, los cacerolazos de un sector de la sociedad, pidiendo entre otras cosas por la baja de los sueldos de lxs políticxs, quienes son lxs encargadxs de sobrellevar la crisis, y no mayores impuestos a los empresarios más ricos del país, da cuenta que falta mucho para lograr una mayor conciencia social. Sin embargo, la crisis ha denotado que estamos frente un mundo donde la justicia de mercado (meritocrática) quedó en desventaja ante a la justicia del Estado (social).
Al igual que El Hoyo, las diferencias sociales y económicas entre seres humanos siempre estuvo delante de nuestras narices de una forma violenta, pero al parecer necesitábamos una situación extrema que nos desnude y nos permita una relectura del mundo, y cómo nos manejamos en él.
Tal vez el ejemplo más triste, y violento, sea el de la Villa 31, que desde hace ocho días sufre la falta de agua mientras se incrementan los casos por COVID-19, a lo que todavía siguen sin tener una respuesta por parte del Jefe de Gobierno Horacio Rodriguez Larreta.
No sabemos si de esto saldrá un Estado más fuerte o un mercado más bestial, pero lo que sí sabemos es que somos invitadxs de esta tierra y que si ella quiere nos despide sin dar muchas explicaciones como el mejor Paolo Rocca de nuestros tiempos, aunque a diferencia del empresario y al igual que el Estado el mundo siempre da segundas, terceras y cuartas oportunidades que hoy no estamos en condiciones de desaprovechar.
Y si por esas distópicas casualidades esto resulta ser el final de nuestra especie, entonces que sea un final distinto al de la película. Uno en donde haya empatía, solidaridad individual, organización colectiva, cooperación política y justicia social.
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