Producción y empleo: ¿un futuro que ilusiona?

Lejos de las frases de autoayuda y neurociencia que circulan, las crisis (por lo menos en economía) no son una oportunidad. Hay que evitarlas. Desde 2018 vivimos en una situación de incertidumbre económica; el sector de las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs) es clave para generar empleo en Argentina y fue uno de los más golpeados desde la gestión de Cambiemos (hoy Juntos). Mientras tanto, el slogan de campaña de Alberto Fernández en 2019 prometía “Poner de pie a la Argentina”: ¿De dónde venimos y cuál es la situación actual del sector PyME? ¿Hay algún dato que ilusione sobre el futuro de la economía nacional?

*Por: Kevin Castillo, Director del Observatorio de Políticas para la Economía Nacional (OPEN).
*Ilustración: Caro Zuch para Alta Trama.

Los últimos años de las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs) en Argentina podrían ser representados por la balada de Paul McCartney para los Beatles, The long and winding road (1970), o en español: “Un camino largo y sinuoso”, errático y lleno de obstáculos. En estas líneas buscaré explicar la situación del sector PyME, que viene golpeado y que es clave para explicar la generación de empleo en nuestro país.

Para esto, haré un repaso sobre la situación macroeconómica reciente, para luego adentrarnos en la situación particular de las PyMEs. Por último, veremos perspectivas para el futuro y apreciaciones.

El contexto económico 

Nuestro país vive una situación de incertidumbre en materia económica desde 2018. Allí comenzó un profundo ciclo recesivo ligado a la fuga de capitales que se generó a partir del cambio de expectativas, por la baja probabilidad de éxito del modelo económico del gobierno de Mauricio Macri.

El mix basado en apertura financiera y cambiaria, que trajo consigo volatilidad, sumado a las altas tasas de interés para mantener atractiva a la moneda nacional generaron una situación insostenible para el sector productivo no exportador.

¿Por qué? La apertura financiera indiscriminada permitió la entrada de capitales especulativos de corto plazo que podían irse del país ante el más mínimo espasmo de la economía, y mientras se quedaban tenían una fenomenal ganancia en pesos por las tasas elevadas. Esto generó, por un lado, inestabilidad en la economía, porque la salida masiva de capitales (como sucedió en 2018) causó fuertes movimientos del tipo de cambio, encareciendo los insumos importados y, por esto, elevando los niveles de inflación en sobremanera. 

Por otra parte, la estrategia del gobierno de Macri para evitar la fuga de divisas fue pagar altas tasas de interés por la tenencia de pesos argentinos. Estas tasas elevadas impedían la realización de inversiones productivas dado que era caro pedir un préstamo. A su vez, lo que denominamos “costo de oportunidad” de las inversiones productivas era alto. ¿A qué me refiero? Básicamente, un emprendedor o empresario tenía que elegir entre producir o poner el dinero en el sector financiero. Si el rendimiento de colocar su dinero en el sector financiero era mayor al de producir, entonces la cuenta es sencilla: ganarían más especulando que creando empresas que dieran trabajo a más personas.

En definitiva, los resultados en materia económica para el gobierno de Macri fueron negativos. Ninguno de los objetivos planteados al inicio de su gestión pudieron ser completados:

  1. Reducción de la inflación.
  2. Modernización de la economía a través de la llegada de inversión extranjera directa.
  3. Liberalización del mercado cambiario (eliminación del famoso “cepo”).
  4. Generación de empleo.
  5. Impulso de las exportaciones.
  6. Saneamiento del Estado en todos sus niveles.

Otro cantar son los objetivos implícitos de la ex coalición gobernante, como la reducción de presión impositiva sobre el sector agro, la recuperación de la tasa de ganancia de ciertos sectores empresarios y la reducción del salario real como forma de generar competitividad externa (se logró lo primero -reducir el salaria real-, sin lo segundo -generar competitividad externa-).

De esta forma, con claras señales de agotamiento e insostenibilidad, el modelo económico de Cambiemos (ahora Juntos) se terminó de forma abrupta en 2019 con la derrota en las elecciones nacionales. Con la llegada de Alberto Fernández al gobierno, se esperaba una reorientación hacia el sector productivo que pudiera “Poner de Pie” la economía, como rezaba el slogan de campaña

El comienzo de la gestión tuvo medidas razonables, como el Impuesto PAIS que, en cierta forma generaba un desdoblamiento del tipo de cambio, haciendo más caros los gastos de consumo en dólares, con el objetivo de frenar el crecimiento de requerimientos de la divisa norteamericana, sin generar una devaluación formal. Por otro lado, se restablecieron las restricciones a la compra de dólares aplicándose un cupo mensual de U$S200 sumándole al costo el ya citado impuesto PAIS. 

Estas dos medidas atacaron la asfixiante presión sobre el tipo de cambio, para poder así disponer de las divisas para los requerimientos de los sectores productivos que necesitaban de insumos importados para trabajar.

Hasta aquí, el andamiaje sobre el cual se iba a asentar la recuperación económica parecía sólido. Faltaba una renegociación con los acreedores externos que logre un acuerdo sustentable para el objetivo de reactivación y una mejora en el consumo a través de un crecimiento del salario real que, durante los meses pre pandemia parecía mejorar.

Nadie contaba con la llegada de la pandemia y con los fuertes efectos recesivos que este fenómeno traería aparejado sobre nuestra economía.

El derrotero PyME

La trayectoria de las PyMEs en Argentina tiene un recorrido problemático. Es el sector pagador de los platos rotos por excelencia. Es una expresión nítida y cristalina de la esquizofrenia existente respecto al modelo de país que se busca.

De más está decir que, las turbulencias experimentadas desde el mandato de Mauricio Macri hasta la actualidad, no configuran un panorama alentador para las PyMEs. Veamos algunos números.

Para comenzar, el empleo en este sector se ha visto seriamente afectado desde 2018 a esta parte. Dentro de la gestión de Macri, podemos ver que el 2017 fue bueno en cuanto a generación de empleo, terminando el año con números mejores que los del final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, como mencioné, todo se desploma al siguiente año.

Gráfico 1: Evolución del empleo registrado según tamaño de empresas (diciembre 2015 – junio 2021). Base: agosto 2001 = 100.

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la República Argentina.

Observando el gráfico desde el punto máximo de cada serie hasta la actualidad, podemos ver que en el caso de las grandes empresas (+200 ocupadxs) el empleo cayó un 6,1%, para las medianas (entre 50 y 199 ocupadxs) un 6,6% y para las pequeñas un 8,7%. Es decir, se redujo el empleo formal, pero de forma asimétrica, siendo las PyMEs las que experimentaron una mayor caída. Para reforzar esta idea, veamos el gráfico 2.

Gráfico 2: Variaciones anuales relativas (en porcentaje) del empleo formal, según tamaño de empresas (diciembre 2015 – junio 2021).

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la República Argentina.

En este gráfico se puede ver de forma más clara la destrucción de empleo formal en los últimos años. Nuevamente una constante, las PyMEs caen durante mayor cantidad de tiempo, en mayores proporciones y tardan más en recuperarse.

Desde diciembre de 2015 a junio de 2021 pasaron 67 meses. De esos 67 meses, las grandes empresas tuvieron caídas en el empleo formal durante 35 meses, las empresas medianas 48 meses y las pequeñas 47 meses. Para ser más claro, hubo merma en la cantidad de trabajadorxs durante el 52% del tiempo analizado para las grandes empresas, 72% para las medianas y 70% para las pequeñas. Inviabilidad total.

Si bien las tendencias de ambos gráficos muestran que el empleo comienza a mejorar, aún queda un largo y sinuoso camino por recorrer hasta ver resultados aceptables, de hecho, para el caso de las pequeñas empresas, el empleo hasta junio del 2021 aún exhibía una caída.

Antes de pasar a otra arista de análisis, considero necesario hablar sobre las asimetrías en las caídas de las empresas. ¿Es normal que las PyMEs caigan más que las grandes? Sí. Es razonable pensar que en contextos de volatilidad y recesión sean las empresas de menor tamaño las que tiendan a sufrir más. Sería extraño ver una tendencia diferente, dado que se supone que una empresa grande tiene mayor espalda para capear contextos como los analizados. Las crisis siempre impactan más en los sectores con menores recursos. Por eso, lejos de las frases de autoayuda y neurociencia que andan dando vuelta por ahí, las crisis (por lo menos en economía) no son una oportunidad. Hay que evitarlas.

Otra forma de medir el desenvolvimiento de las PyMEs es analizar las ventas minoristas. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) elabora el índice de ventas minoristas por cantidades y facturación.

Respecto a la facturación, no hay grandes diferencias respecto de lo sucedido con el empleo. Desde enero de 2019 (cuando comienza la medición) hasta febrero de 2021 inclusive, hay caídas interanuales en los ingresos de las PyMEs. Recién a partir de marzo de este año se empiezan a exhibir resultados mejores al año previo (de plena pandemia). Sin embargo, si hacemos la lógica comparación contra un año pre pandemia (2019), vemos que las caídas siguen presentes.

Gráfico 3: Variaciones anuales relativas (en porcentaje) de la facturación de las PyMEs (enero 2019 – julio 2021).

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la CAME.

En resumen, podemos ver en retrospectiva que los datos no son alentadores. Venimos de muchos años a la baja. Queda preguntar entonces si hay algún dato que ilusione sobre el futuro. La respuesta es sí.

Un presente que mejora

La tendencia macroeconómica es a la recuperación. Esta se encuentra liderada por la veloz restauración de la industria tanto en PyMEs como en grandes empresas. Por citar un ejemplo, el INDEC en su indicador mensual de utilización de la capacidad instalada evidencia que en junio de 2021 la industria en promedio tiene un 64,9% de utilización de la capacidad instalada frente a un 59,1% de 2019 y un 61,8% de 2018. Por otro lado, en 10 de 12 sectores industriales hay mejoras interanuales con respecto a 2019 y en 8 de 12 con respecto a 2018.

En la Tabla 1 realizo un ranking para los años 2018, 2019 y 2021 respecto al uso de la capacidad instalada por rubros (con color verde se observa el dato más alto para el rubro, amarillo el segundo más alto, y rojo el valor más bajo). En el nivel promedio, como mencioné, junio de 2021 tiene un mejor rendimiento que junio de 2019 y 2018. Luego, de los 12 sectores analizados, junio de este año tiene los mejores valores en 7 de esos 12, tiene el segundo lugar en 4 y obtuvo el peor rendimiento en tan solo 1 rubro. Es decir, es evidente que existe una recuperación que se empieza a alzar por encima de los años pre pandemia más recientes.

Tabla 1: Porcentaje de utilización de la capacidad instalada para la industria por sectores, para junio-2018, junio-2019, junio-2021.

Fuente: Elaboración propia en base a datos del INDEC.

La CAME también tiene su índice de Producción Industrial PyME en donde señala que 7 de los 11 sectores relevados tiene un crecimiento de la producción en junio de 2021 mayor que junio de 2019 y que el 27% de las empresas relevadas tienen pensado realizar inversiones en los próximos 6 meses.

Por último, un dato utilizado para consolidar la idea planteada es la utilización de energía por parte de la industria. El Centro de Estudios para la Producción (CEPXXI) muestra en su Informe de Panorama Productivo que, según el consumo de energía, la industria operó en julio de 2021 3,9% por encima de julio de 2019 y 5,2% por encima del promedio de dicho año.

En síntesis, la realidad productiva muestra que hay una recuperación a niveles pre pandémicos. Las PyMEs serán centrales para la dinamización de una economía alicaída. Es necesario, entonces, que el gobierno nacional pase de una fase de control de daños a una que profundice la generación de herramientas que promuevan el desarrollo de la pequeña y mediana empresa.

El desafío es volver a niveles productivos, de empleo y salariales, previos a la crisis de 2018 para poder empezar a hablar seriamente sobre cómo vamos a encarar un proceso de crecimiento y desarrollo que permita solucionar los grandes flagelos que nos avergüenzan como país. Queda mucho por recorrer, pero el ciclo está cambiando para bien.

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