El contexto de COVID que nos empujó hacia lo virtual, el mundo de internet que hoy lo da todo y no permite el espacio para el vacío, las particularidades del desarrollo de la adolescencia. Una combinatoria de sucesos que desembocan en una situación ya generalizada respecto al ánimo de las adolescencias en estos últimos dos años. ¿Qué pasa con la salud mental de lxs jóvenes en este contexto de pandemia? Hablemos de la sensación persistente de no tener ganas de hacer nada.
*Ilustración: Caro Zuch para Alta Trama.
Un reciente sondeo realizado por UNICEF muestra que la crisis del COVID-19 ha tenido un importante impacto en la salud mental de las y los adolescentes y jóvenes de Latinoamérica y el Caribe.
Un 46% reporta tener menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba. En esa línea, un 36% se siente menos motivadx para realizar actividades habituales.
El sondeo rápido se realizó a través de U-Report, una plataforma digital, el mismo amplificó las voces de 8.444 adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años en nueve países y territorios de la región. El desinterés, el desgano y la falta de participación por parte de los adolescentes contemporáneos es algo que hoy en día preocupa a la mayoría de los adultos.
¿Qué es lo está causando desganos y apatía en las adolescencias?
La recolección de datos llevada a cabo por UNICEF enuncia que la percepción sobre el futuro que tienen los jóvenes también se ha visto negativamente afectada, sobretodo en el caso de las mujeres jóvenes quienes han y están enfrentando dificultades particulares.
“43% de las mujeres se siente pesimista frente al futuro, frente a 31% de los hombres participantes.”
Lxs jóvenes actuales atraviesan una distimia traducida en: “no tengo ganas de hacer nada”. “No tiene ganas de nada”, “mi hijo se la pasa acostado” “no encuentro nada que motive a mi hermano adolescente y me preocupa”, “nunca quiere conversar”, “se encierra en su cuarto y solo sale para ir al colegio”, “no quiere asistir al colegio”. Son frases que dan cuenta de esta desmotivación generalizada que hoy en día representan a las adolescencias.
¿Cómo participar en la tarea de acompañar y brindar herramientas a estos adolescentes que nada los moviliza? No es una pregunta que tenga una sola respuesta, ni siquiera existe una respuesta correcta, sin embargo podemos darnos el lugar a pensar el porqué.
En primer lugar es importante tener presente que hace aproximadamente 2 años venimos atravesando una pandemia (COVID 19). Dicha situación epidemiológica me permite dar inicio a dos cuestiones en las que pretendo adentrarme: una de ellas es que la pandemia nos confrontó a todxs con el hecho de seguir ligadxs al deseo “a pesar de”. Es decir que a pesar de que nos enfrentabamos a un abanico de imposibilidades y modificaciones de nuestras vidas, como pérdidas de rutinas habituales, restricciones impensadas, planes suspendidos, metas frustradas, ilusiones canceladas, cambios en los tiempos, entre otras, debíamos encontrar la manera de seguir sosteniendo un mínimo de motivación para sobrellevar la situación hasta que las cosas mejoren, o al menos se vayan acomodando a la nueva realidad.
Y la otra es que también nos enfrentó con la realidad de que la única posibilidad de vinculación con el otro sea a través de la virtualidad. Ahora me interesa poder pensar cómo influyeron e influyen ambas en las adolescencias actuales.
Escondite en la red
Recordemos que la transición de la niñez a la adolescencia se caracteriza por múltiples cambios que abarcan toda la esfera de la vida. Pero, priorizando algunos, lxs adolescentes comienzan a desarrollar su propia identidad y el foco de su atención cambia de los padres a sus pares, es la salida a la exogamia. Esta salida a la exogamia, al contacto con el otro, implica en lo actual un tejido social en donde lo virtual cumple un rol fundamental. El lazo con el otro es principalmente a través de la red. Sin embargo sabemos que esto no alcanza, lo que falta en dicho juego es el cuerpo físico en acción real.
La Lic. Diana Sahovaler de Litvinoff, autora del libro “El sujeto escondido en la realidad virtual” sostiene:
“Los avances tecnológicos en comunicación permiten un “escondite” bastante logrado, ya que el usuario se muestra pero ya no tiene que exponer al desnudo su subjetividad, puede expresar sus fantasías sin riesgo. En especial en esta época donde existe una presión social a “decirlo todo”, a “mostrarlo todo”, las personas quieren cumplir con este ideal, pero al mismo tiempo la exposición que esto implica los lleva a retroceder, la virtualidad permite mostrarse sin arriesgar tanto.”
¿Qué sucede cuando la falta no falta?
Siguiendo esta línea de pensamiento de la autora, la misma explica que el espacio cibernético se ha convertido al mismo tiempo en refugio y en escenario. En refugio porque favorece las relaciones a distancia, el ocultamiento de la persona y el anonimato. Y en escenario, porque al mismo tiempo ha permitido un despliegue de fantasías y confesiones que en el universo virtual, encontraron una vía privilegiada de expresión.
Considerando que lxs adolescentes contemporáneos son parte de esto, es interesante poder pensar que su construcción psíquica está siendo atravesada por este tipo de vinculación con el otro, en donde el discurso muchas veces es irrelevante, ya que para que haya discurso debe haber lugar para el vacío.
Pero en este caso ¿con qué “vacío” cuentan a la hora de establecer un lazo social si en la red no hay nada que falle ni que falte? El territorio virtual te promete que allí aparecerá todo aquello que se busca, que se desea. No existe riesgo de no encontrar absolutamente nada. Tampoco existe el riesgo al rechazo.
En cuanto al deseo, sabemos que si bien desear, es problemático, es lo que nos ordena, nos permite diagramar coordenadas a seguir para poder cumplir ese deseo y luego ya saltar a otro, y luego a otro, y así sucesivamente. Pero ¿qué pasa cuando el deseo se apaga, se desea “nada” o se presenta una cierta “insatisfacción sistemática”?
Y en relación a esto, entonces me pregunto ¿qué pasa cuando el sistema utiliza tus deseos para prometerte que nada te va hacer falta? Entonces nos encontramos con un problema, si es la falta lo que permite constituir el deseo, ¿qué pasa si esa falta no falta?
La necesidad se encuentra ignorada: “no me falta nada”. Esto último sumado a la fuerte convicción en la autosuficiencia del sujeto y la prescindencia del lazo social, son características epocales, es decir, características que hacen al contexto social actual.
Entonces ¿qué hacemos?
Poder pensarse dentro del contexto social contemporáneo permite tener herramientas para ubicarnos, también pensar el lazo social a través de la virtualidad, las demandas del contexto social, cultural y económico. Desde la psicología sabemos que el sujeto nace y se constituye en relación al otro, con otros y es así como en la historia de la humanidad por primera vez el ser humano tendría la posibilidad de cumplir con su anhelo que hay otro ahí todo el tiempo, disponible en cualquier momento y en cualquier lugar.
Sin embargo, ese otro con el que cuentan las adolescencia hoy pareciera ser un otro virtual, un otro del orden de lo imaginario, ficticio, que se encuentra en la red.
Hoy no tengo una guía a seguir para padres/adultos responsables con respuestas concretas que aseguren una salida fructífera a dicha situación. Lo que sí tengo son preguntas que pueden guiar y habilitar a pensar cómo acompañar, entender a cada adolescente y su particular singularidad: ¿Será que nuestras adolescencias no encuentran un otro en lo cotidiano, cuerpo a cuerpo, brindando espacios en donde ser y compartir? ¿Será que lo que tienen para compartir no es escuchado? ¿Será que solo pueden ser y compartir en la red porque es el único espacio donde lo sienten seguro para hacerlo? ¿Qué espacios brindamos a nuestras adolescencias? ¿Qué les demandamos? ¿Qué es lo que esperamos de ellas? ¿Cómo nos comportamos nosotrxs y como esperamos que los adolescentes se comporten?
El preguntarse no necesariamente trae consigo respuestas, a veces solo son disparadores de pensamientos, de búsquedas de sentido. Y este sentido se construye, y como toda construcción, necesitamos la base firme sobre la cual comenzar a edificar; y la misma se trata de entender que la adolescencia es contingente; es decir, que toma su formato según la particularidad histórica y el discurso predominante.
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