Las futbolistas mujeres patean la pelota y también las injusticias. Se plantan, se comprometen y se expresan políticamente. Por otro lado, son pocos los varones futbolistas de elite que hablan de política, y mientras repudian públicamente un caso de Estados Unidos, hacen silencio frente a lo que ocurre en su país: ¿Cuánto más injusto es el asesinato de la policía yankee a Floyd, que el caso de Luis Espinoza o Walter Nadal en Tucumán? Y la violencia que sufrieron las personas de la comunidad Qom, ¿no es racismo? Maca Sánchez, Gabriela Garton, Mara Gómez y Mónica Santino, demuestran en sus declaraciones, que el fútbol y el compromiso político no son asuntos separados.
Ilustración: Magia Linyera para Alta Trama.
Darío Coronel estaba huyendo de la policía en su barrio Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache, cuando se encontró con una reja. Sus amigos lograron pasarla, él no. Los oficiales llegaron y lo rodearon. “El Guacho”, como le decían los pibxs, prefirió volarse la cabeza antes que ser arrestado. Lautaro Bugatto, Maximiliano Maidana y Hugo Arce, corrieron con un destino parecido: fueron asesinados por las fuerzas de seguridad.
Violencia institucional
Hace poco Estados Unidos fue el foco de una serie de protestas raciales a raíz del asesinato del afroamericano George Floyd en manos de la policía de Minneapolis, y el mundo del deporte no se quedó ajeno. Lxs jugadorxs de la NBA volverán a las canchas con consignas sociales en sus camisetas, mientras que la mayoría de lxs futbolistas pusieron una rodilla en el suelo a modo de protesta.
También algunxs estrellas del fútbol argentino se sumaron con una foto negra en sus redes sociales al #BlackOutTuesday, entre ellxs Lionel Messi, Sergio Agüero, Javier Mascherano, Nicolás Otamendi y Paulo Dybala. Una clara demostración de posicionamiento político en contra de la violencia racial, algo poco usual en ellos, sobre todo si hablamos de problemáticas sociales que suceden en nuestro país, en su país, donde la violencia institucional es moneda corriente.
El 15 de mayo Luis Espinoza era asesinado por miembros de la policía en Tucumán, hoy la causa está en la justicia con 11 imputados y bajo la carátula de “Desaparición forzada seguida de muerte”. 40 días después, miembros de la misma institución asesinaban por asfixia a Walter Ceferino Nadal en medio de un operativo policial, hecho que resonó no solo por la brutalidad, sino también por lo parecido a lo que sufrió Floyd.
En la misma línea, a principios de junio en la localidad de Fontana, Chaco, policías entraban a una casa de miembrxs de la comunidad Qom, para violentarlxs, torturarlxs y abusarlxs sexualmente. Ataque que, a diferencia de los asesinatos en Tucumán, fue grabado por una víctima y difundido por Revista Crítica.
A pesar de que la violencia institucional es la misma, ante estos casos locales no hubo publicaciones, ni mensajes, ni hashtags condenando lo ocurrido por parte de los futbolistas de élite argentinos.
Cosa de mujeres
Macarena Sánchez, jugadora de San Lorenzo, impulsora de la profesionalización del fútbol femenino y Directora Ejecutiva del Instituto de Juventud, se expresó en redes por lo sucedido con Floyd, pero también por la tortura sufrida por la comunidad Qom.
Es más, basta con buscar declaraciones de algunas jugadoras argentinas de fútbol, para encontrarnos con discursos que demuestran su compromiso político con distintas causas, como fue la más reciente en alusión al Día Internacional del Orgullo LGBT, donde jugadoras como la misma Macarena, Luciana Bacci (defensora de Racing) y Lorena Benítez (mediocampista de Boca y la selección), alzaron la voz.
Alguien podría cuestionar que en términos generales el futbolista argentino de primer nivel, a diferencia de sus compatriotas mujeres, casi no habla de su postura o compromiso político con ciertas cosas que suceden en nuestro país, como pueden ser los casos de violencia institucional antes mencionados.
¿Por qué?
“Al deportista varón profesional o de élite le cuesta tanto hablar de política por la manera en que son formados. Es medio raro encontrar entrenadores que dejen que sus jugadores cuestionen, se favorece al obediente, al que hace pero no pregunta. No sé si es que son alienados, pero no creo que sean estimulados a cuestionar”, dice Gabriela Garton, arquera de la selección femenina de fútbol y del Essendon Royals Soccer Club (Australia), además de socióloga e investigadora becaria del CONICET.
También, existe la idea de que estas dos esferas de la sociedad, como son el fútbol y la política, se encuentran separadas y no deben mezclarse. Un claro ejemplo de esto se vio en las redes sociales días atrás, donde a una usuaria no le gustó que su club se haya manifestado a favor del Día del Orgullo: “Qué pena que usen al club para estas cosas. Los seguimos porque somos de River y nos encanta el fútbol, no para ver propaganda de izquierda”.
¿A qué se debe este intento de disociación?
“La política puede pensarse como cualquier acción que busque transformar o conservar un estado de cosas. En este sentido el deporte puede ser un artefacto político como puede no serlo. En general se ha tendido a separar la política del deporte. Este último aparece como lo puro, como el bien, como lo transparente; mientras que la política en Argentina se ha asociado a lo corrupto, a lo malo”, explica Julia Hang, socióloga que investiga sobre mujeres y la política en el mundo del deporte.
Hay quienes piensan que esto es conveniente. De hecho, así podría explicarse la formación de futbolistas como productos, como caballos de carrera que solo deben mirar para adelante y nunca para el costado. Máquinas.
“Recuerdo que un ex futbolista de ascenso me contó, cuando querían promover becas de la Fundación el Futbolista para que los jugadores puedan estudiar en simultáneo a sus carreras deportivas, que escuchó a un dirigente decir que no les convenía tener deportistas educados. Obviamente no dijeron el por qué, pero dieron a entender que cuanto menos preparado está un futbolista para pensar, es más fácil que la institución se aproveche de él o ella”, contó la arquera.
Sin embargo, esto no explica por qué nuestros futbolistas de élite tienen más facilidad de indignarse por una persona asesinada en Estados Unidos, que por alguien que muere de idéntica forma en Argentina, su país. Ni tampoco por qué, en general, las futbolistas no temen “dañar su imagen” por manifestarse a favor o en contra de determinadas problemáticas sociales.
La respuesta a la primera incógnita quizás tiene que ver, cómo explica Hang, con un comportamiento de la sociedad argentina en su conjunto, y no exclusivamente con los futbolistas:
“Es mucho más fácil percibir el racismo en sociedades como la norteamericana, donde está muy ubicado en el afro descendiente, que hacerse cargo del racismo propio de la sociedad argentina, que está atravesado por otras categorías”.
Y ellas, ¿por qué hablan?
“El hecho de ser mujer deportista implica una lucha constante contra una estructura que no fue hecha para nosotras, que fueron pensadas más que nada para varones, de ahí que todo lo que hacemos implique una lucha”, explica Garton.
“Creo que tiene que ver por nuestra condición de futbolistas mujeres, oprimidas por como es el deporte en general y por el poco espacio que siempre tuvimos para jugar al fútbol. Entonces esas batallas nos hacen tener más conciencia política, somos más lanzadas a expresar opiniones y pensar un poco más el fútbol, porque no nos viene todo dado y porque por todo tenemos que pelear”, reflexiona Mónica Santino, directora técnica de La Nuestra Fútbol Feminista, que más que un equipo de fútbol es una organización social que trabaja para las pibas de la Villa 31.
Hang piensa algo parecido: “Quienes tienen interés en transformar el mundo son lxs oprimidxs. Quien goza de los privilegios no tendría por qué tener interés en transformar un estado de cosas. Las mujeres, que históricamente han sido relegadas, postergadas, discriminadas e invisibilizadas en el mundo del deporte, son las que tienden más a organizarse porque les falta todavía conquistar derechos”.
El fútbol que SÍ
Son ellas las que buscan que su fútbol sea distinto, que sea inclusivo, sin violencias y lejos de la cultura del aguante. Pensar al fútbol y la política como dos elementos indisolubles.
“Tuve muchos mensajes de jugadoras de primera división, del ascenso y de afuera, pero ninguno del fútbol masculino. Me mandó un mensaje Ruth Bravo, una de las figuras de Argentina. Todas ellas me están apoyando. Entienden mi situación porque ellas lo atravesaron por el simple hecho de ser mujer”, cuenta Mara Gómez a Telám, quien puede convertirse en la primera futbolista trans en jugar en el Torneo Rexona.
Es así, como surgen diversas organizaciones sociales que a partir de sus actividades ligadas al fútbol, buscan derribar prejuicios y luchar contra la discriminación, como pueden ser Las Tucumanesas (Tucumán). Para Norma Salica, una de sus integrantes, el feminismo es la pieza clave de la transformación.
Y la referenta Mónica Santino, va en la misma línea: “El deporte, y el fútbol en particular, entran en la agenda de reclamos del movimiento de mujeres con la popularización del feminismo en el Ni Una Menos de 2015. Antes las expresiones sociales o políticas de las jugadoras no se las enteraba nadie, la invisibilidad era mucho más grande y era mucho más fácil desbaratar una denuncia de las características que tuvo la de Macarena Sánchez”.
Mientras en la vereda masculina, no son muchos los futbolistas que se cuestionan abiertamente sus privilegios. Más allá de acciones solidarias, que también implican una toma de posición, la lista de jugadores de primer nivel que hablan sobre política es corta. Nahuel Guzmán, Juan Cruz Komar y Lisandro Martínez, son algunos de los pocos ejemplos.
Pero, ¿dónde radica la importancia del futbolista politizado?
Los jugadores de élite cuentan con una enorme plataforma comunicacional, tan solo hace falta chequear la cantidad de seguidorxs que tienen en redes sociales. Digan lo que digan, será noticia. Tal cual ocurrió con Agüero en este contexto de aislamiento, que pasó a ser aún más famoso por hacer streaming.
Por lo tanto, ¿cuánto más se visibilizaría la violencia institucional local si una figura deportiva argentina de renombre compartiera el video en sus redes? o ¿cuánto apoyo recibirían organizaciones como La Nuestra o Las Tucumanesas si un jugador estrella las difundiera?
“Si Messi leyera, cincuenta millones de pibes leerían. Porque cuando Messi se tiñe el pelo, cincuenta millones de pibes lo hacen”, dijo una vez Ignacio Bogino a Enganche, actual jugador de Brown de Adrogué.
En Estados Unidos, salvando las distancias y diferencias, varixs jugadorxs de básquet no se quedaron calladxs por el asesinato de Floyd. Lebron James (Los Angeles Lakers) ahora lidera una campaña para fomentar el voto afroamericano, mientras que Jaylen Brown (Boston Celtics) viajó más de 15 horas para asistir a una protesta en Atlanta: “Ser un jugador NBA no me excluye de estas conversaciones. Primero que nada soy un hombre negro y soy un miembro de esta comunidad”.
Es importante resaltar esto porque antes, en los ’90, no sucedía. Michael Jordan en más de una oportunidad evitó pronunciarse contra políticos abiertamente racistas e ignoró revueltas raciales. Ahora, al parecer, todo cambió.
“Esto es lo que todos quieren: que cada jugador sea un alienado (…) Porque todos saben que el jugador tiene una tremenda ascendencia política. Solamente que el mismo jugador no lo sabe”, dijo un tal Sócrates en abril de 1983, futbolista brasileño emblema de la lucha por la democracia en su país.
Quizás por su formación, la falta de estímulo, de conciencia política o por elección, el futbolista de primer nivel promedio argentino decide no hablar de política, a diferencia de las jugadoras de fútbol, que ponen su voz y cuerpo en cuestiones que pueden dañar (o favorecer) su imagen. Como el tabú de la homosexualidad en el fútbol, el aborto, la violencia institucional e incluso cuestiones políticas partidarias. Ocurre en Argentina y en Estados Unidos, con Megan Rapinoe como máxima exponente.
Al parecer, después de todo, el compromiso político y el fútbol, pensados históricamente por y para hombres, son, en definitiva, cosa de mujeres.